Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno
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<strong>Lectura</strong> 3. <strong>Individuo</strong> y <strong>persona</strong>. III 139<br />
núcleos germinales bien diferenciados, que forman parte de contextos muy diferentes.<br />
El núcleo germinal más significativo, sin duda, es el constituido por el actor trágico<br />
que, situado en un escenario, y dispuesto a hablar (per-sonare) a otros actores<br />
o al público, asume una máscara, un <strong>persona</strong>je. Es obvio que si mantuviésemos la<br />
construcción en el terreno de la simple analogía metafórica (transponiendo escenario<br />
por Mundo o ciudad, máscara por papel u oficio, y actor por individuo) aparecería<br />
el «reino de las <strong>persona</strong>s» dentro de la metáfora del «gran teatro del Mundo». Si<br />
esta construcción metafórica no puede confundirse con una idea filosófica formalizada,<br />
será debido a su carácter reductor, que obligará a estar constantemente «viendo»<br />
a los ciudadanos como actores, a sus profesiones como máscaras, &c. Será preciso,<br />
para que esta metáfora se eleve a la condición de idea filosófica, mostrar cómo la <strong>persona</strong>,<br />
concebida a partir del actor, ha podido identificarse con su <strong>persona</strong>je, con su<br />
máscara; lo que nos sacará, precisamente, de todo contexto escénico, en donde el actor,<br />
si se identificase con su propio papel (como San Ginés) comenzaría a ser un loco,<br />
de acuerdo con la llamada «paradoja de Diderot». Será preciso tener en cuenta, por<br />
tanto, construcciones llevadas por otras vías, como las que recorrió el Derecho romano<br />
o los primeros Concilios que desarrollaron la teología de la unión hipostática.<br />
La idea de <strong>persona</strong> así obtenida ya no tendría por qué considerarse reducida a su núcleo<br />
germinal, y no porque tal reducción hubiera de ser puesta entre paréntesis (la<br />
necesidad de comenzar por la etimología demuestra que la fase reductiva está siempre<br />
presente), sino porque una vez practicada la reducción de la ciudad al escenario<br />
y de los ciudadanos a los actores, puede seguir un proceso de reabsorción del propio<br />
escenario, con sus actores, a la condición de caso particular de una situación inter<strong>persona</strong>l<br />
(regulada además por normas lingüísticas y jurídicas).<br />
Los «números dígitos» (sobre todo, si se utiliza la notación romana) se reducen<br />
a los dedos de la mano; pero, a su vez, estos dedos de la mano son conjuntos<br />
que se reabsorben en otro tipo de conjuntos más amplios. Dicho de un modo breve:<br />
si los números dígitos tienen que ver con los dedos de la mano es porque los dedos<br />
de la mano tienen que ver, a su vez, con los números y con las operaciones con números.<br />
Si la sociedad de <strong>persona</strong>s que con-viven en la ciudad tiene que ver con un<br />
cuerpo de actores en el escenario, es porque, a su vez, los actores de este escenario<br />
son un caso particular del juego de «convivencia» de las <strong>persona</strong>s en la ciudad.<br />
Pero esto no ocurre siempre, u ocurre de maneras diversas. Consideremos<br />
otros dos núcleos germinales que, sin duda, han sido utilizados, al menos implícitamente<br />
(por ejemplo, por Hegel o por Leibniz, respectivamente) para definir a<br />
la <strong>persona</strong>: el concepto jurídico de «institución de la propiedad privada» y el concepto<br />
tecnológico de «espejo». Si se dice: la <strong>persona</strong> es el resultado de la institución<br />
del individuo humano como propietario de bienes, en general, de suerte que<br />
cuando el individuo no posea ninguna propiedad (cuando la «distancia» entre el<br />
individuo y los diversos bienes poseibles es nula) podremos seguir aplicando la<br />
condición de <strong>persona</strong> en cuanto que es «propietario de su propio cuerpo»^ Aquí,<br />
el núcleo germinal (institución de la propiedad) se ha desarrollado en la idea de<br />
«propietario de mi cuerpo» (siguiendo la misma forma conceptual según la cual<br />
la figura de la elipse se desarrollaba hasta tomar la forma de una circunferencia<br />
<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996