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Lectura tercera. Individuo y persona - Fundación Gustavo Bueno

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206 <strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>. El sentido de la vida.<br />

Eutanasia es muerte, pero una muerte que, al parecer, puede determinarse<br />

como buena. Esta determinación no tiene por qué considerarse como secundaria,<br />

es decir, como una especificación accidental del núcleo principal (Muerte) que<br />

subsistiría tanto si se determina como buena o como mala. Pues simplemente conceder<br />

algún significado a la expresión «buena muerte» (y ello sin necesidad de alcanzar<br />

el radicalismo de Hegesipo, es decir, sin necesidad de afirmar que eutanasia<br />

es un concepto redundante, puesto que toda muerte es buena) ya implica una<br />

cierta idea de la muerte y excluye otras muchas (por ejemplo, todas aquellas que<br />

presuponen que Vida es sinónima de Bien y consideran a la muerte, como cesación<br />

de la vida, como implicando una disociación radical del bien, como si fuese<br />

intrínsecamente mala, herencia de un pecado original inspirado por el diablo o por<br />

la estupidez de la naturaleza).<br />

También podríamos coordinar las ideas de vida y muerte con las ideas de<br />

bien y mal de un modo no unívoco. Pero cualquiera que sea la actitud que se adopte,<br />

lo que sí parece innegable es que la idea de eutanasia o buena muerte es indisociable<br />

de la idea de la vida, con sus determinaciones de bondad o de maldad. Y<br />

también se reconocerá que la coordinación, intersección, «&c. de estos pares de<br />

ideas correlativas (vida/muerte, bien/mal) no es algo que pueda considerarse como<br />

una tarea exenta, autónoma, una tarea que pueda mantenerse en el recinto configurado<br />

por esos dos pares de ideas. En efecto, las ideas de estos dos pares, y los<br />

pares mismos, están a su vez vinculados a otras muchas ideas. Por ejemplo, la<br />

Vida, tanto en la tradición democrítea como en la tradición aristotélica, se vincula<br />

al Ser o al Acto, por lo que la Muerte se coordinará con el No-Ser o con la Nada,<br />

por mucho que esta vinculación esté negada por el dogma cristiano de la resurrección<br />

de la carne y con la esperanza de la vida eterna (sin perjuicio de lo cual<br />

el epitafio que hizo inscribir para su tumba de la Catedral de Toledo el Cardenal<br />

Portocarrero reza así: «Pulvis, cinis, nihil»). La coordinación entre las ideas de la<br />

Muerte y de la Nada constituyó el horizonte de la llamada, pese a la protesta de<br />

muchos de sus representantes, «filosofía existencial» (el Sein zum Tode, el Ser<br />

para la muerte de Heidegger, o el Ser y la Nada de Sartre, la muerte como dada<br />

en la misma vida, &c.).<br />

6. Imposibilidad de poner entre paréntesis las ideas que atraviesan el concepto<br />

de eutanasia.<br />

Cuando, a propósito de la eutanasia, comenzamos por suscitar estas cuestiones<br />

ontológicas acerca del Ser y del No-Ser, de la Vida y de la Nada, del Bien y<br />

del Mal, es porque estimamos que el concepto mismo de Eutanasia o Buena Muerte<br />

está implicado en ellas, y que en vano podríamos ponerlas entre paréntesis. Esta<br />

pretensión podría con fundamento interpretarse como inspirada por una mentirosa<br />

voluntad de ocultación o de trivialización de la muerte, y con ello de trivialización<br />

de los problemas relativos a la buena muerte, a los problemas de la eutanasia<br />

reducidos a un problema, importante sin duda, de anestesia. Pero también<br />

<strong>Gustavo</strong> <strong>Bueno</strong>, El sentido de la vida, Pentalfa, Oviedo 1996

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