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vento de San Pedro Mártir. Dada la precariedad económica de la institución, los miembros<br />
de la Junta directiva del asilo decidieron poner a la venta los cuadros donados,<br />
anunciando su venta pública en la Gaceta de Madrid el 25 de marzo de 1839. Las ofertas<br />
de compra fueron escasas y el comisionado por la Junta finalmente impidió su venta<br />
y salida de Toledo. Nada se sabe del destino anterior de este misterioso apostolado ni<br />
de cómo llegó a las manos de este sacerdote.<br />
En 1846, al pasar las instituciones de beneficencia al edificio del Convento de San<br />
Pedro Mártir, el conjunto de cuadros se trasladó allí con el Asilo de los Pobres, donde estuvo<br />
expuesto en la Iglesia. Uno de los primeros testimonios que tenemos es el de José<br />
Amador de los Ríos, que en su obra Toledo Pintoresca, al describir el recién exclaustrado<br />
convento reconvertido en Museo Provincial por la Comisión de Monumentos escribe<br />
“… buenas cabezas y manos ejecutado con inteligencia y valentía en el dibujo<br />
como en la manera y el colorido, atrae las miradas de cuantos visitan San Pedro Mártir”,<br />
refiriéndose sin duda al Apostolado, aunque como señala Martínez-Burgos 11 , de la que<br />
hemos recogido el dato, no identifica la mano del <strong>Greco</strong> en las pinturas. Años más tarde<br />
algunos viajeros relataban que: “… en la Iglesia de San Pedro Mártir se ve un apostolado<br />
de figuras de medio cuerpo, que es muy notable…” 12 , y que acabó “… siendo blanco<br />
para pelotas de los niños cuando colgaban de los muros de las antigua iglesia desafectada<br />
y abierta a los cuatro vientos de san Pedro Mártir” como recoge Muñoz Herrera<br />
13 . Finalmente, en 1898 se depositó en el Museo Provincial, entonces en la Iglesia de<br />
San Juan de los Reyes donde ya lo verá Vega Inclán.<br />
En 1909, tras la publicación por Cossío de las fotografías que evidenciaban su lamentable<br />
estado de conservación fueron, a petición de la Junta de Iconografía Nacional,<br />
trasladados al Museo del Prado y restaurados por Salvador Martínez Cubells (1845-1914)<br />
el restaurador más prestigioso de su tiempo, y tras una antológica exposición en la Real<br />
Academia de Bellas Artes de San Fernando, pasaron a formar parte del Museo del <strong>Greco</strong><br />
de Toledo en 1910.<br />
La representación del Colegio Apostólico, es decir, los doce apóstoles, casi siempre<br />
acompañados de Cristo Salvador y de San Pablo, –que aunque no fuera uno de los doce<br />
elegidos se incorpora muy pronto a la imagen de los primeros padres del cristianismo–<br />
era habitual desde la Edad Media, pero alcanzará con la contrarreforma católica y el primer<br />
barroco una importancia excepcional. Las primeras representaciones se inspiraron<br />
fundamentalmente en el texto compilado por Jacobo de la Vorágine en La leyenda dorada,<br />
donde se narra la vida y muerte de cada uno de los Apóstoles. <strong>El</strong> texto, que reúne<br />
relatos legendarios y textos de la tradición apócrifa –no incluidos por tanto en el canon<br />
de la Biblia– ha sido fuente inagotable de inspiración para artistas de todas las épocas.<br />
La agrupación de los Apóstoles y el Salvador no era un tema nuevo en el arte –de<br />
hecho, la Puerta del Perdón de la Catedral de Toledo estaba decorada con las estilizadas<br />
estatuas de los doce apóstoles– pero la idea de presentarlo como una serie de pinturas<br />
de caballete, a modo de retratos de tres cuartos, sí era novedosa, y reflejaba el<br />
nuevo énfasis que el universo católico quería imprimir en la personalidad individual de<br />
cada uno de los santos. <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> supo captarlo con una maestría excepcional. Se van