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Descargar - El Greco 2014

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¿O solo eran los enfermos más susceptibles de mostrar un aspecto más pintoresco? en<br />

el sentido estricto del término. Son cuestiones que por ahora han de quedar sin respuesta.<br />

No obstante, aunque tal vez los locos del Nuncio nuevo no fueran los mismos<br />

locos del Nuncio viejo, es indudable que, desde un punto de vista histórico, habría sido<br />

muy improbable que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> optara por este tipo de modelos para representar a los<br />

apóstoles, incluso de haber buscado intencionalmente imágenes de místicos; el mayor<br />

pecado de Cossío y Marañón fue probablemente el histórico del anacronismo.<br />

¿LOCOS DE DIOS?:<br />

LA AMBIGÜEDAD DE LA LOCURA EN TIEMPOS DEL GRECO<br />

Estamos lejos de tener una visión de conjunto de la locura y su consideración en la España<br />

de los siglos XVI y XVII, pero nunca debieron parecer las cosas tan simples como<br />

para los españoles de comienzos del siglo XX 55 . Existía la idea, por una parte, de los<br />

locos como inocentes, incluso como “inocentes de Dios”, “pupilos especiales de Cristo”,<br />

a partir tal vez de su imagen ocasional de desvalimiento y la extrapolación extremada de<br />

la oposición entre la inocencia del “idiota” (incluso entre agunos de los apóstoles, idiotas<br />

en el sentido de legos e iletrados) y la desconfianza ante “fariseos y doctores”. Por<br />

otra, podía mantenerse el viejo topos cristiano que consideraba, a los ojos de Dios, el<br />

mundo como locura y a los hombres como locos: el orden humano no sería sino locura.<br />

Ahora bien, los pasajeros de la nave de los locos (Narrenschiff) de Sebastian Brandt o<br />

del Carro del heno de Jerónimo Bosco, o del auto sacramental <strong>El</strong> hospital de locos (1602)<br />

que escribió en Toledo el maestro Josef de Valdivielso 56 , eran más bien los inconscientes<br />

de su mortalidad y del pecado, viciosos y propensos a los errores, avaros, delatores,<br />

borrachos, desordenados, torpes, adúlteros, intérpretes erróneos de las Escrituras, etc.<br />

En ese sentido –de necios, insipientes- habría que interpretar las palabras de San Pablo<br />

en su segunda Epístola a los Corintios (11): “Como si estuviera loco hablo” (“iterum dico<br />

ne quis me putet insipientem alioquin velut insipientem accipite me ut et ego modicum<br />

quid glorier”).<br />

La arqueología de la locura –por decirlo con Michel Foucault– ha tendido a separar<br />

a los tontos (nivel adolescente), los imbéciles (nivel infantil) y los estúpidos (nivel infrainfantil),<br />

y a los insensatos y locos furiosos, a los lunáticos, insanos, vesánicos y melancólicos,<br />

según la tipología etiológica de los locos de Paracelso (1493-1541), que caían<br />

de lleno en el pozo de la animalidad de la locura, el tema tan caro a Santo Tomás de<br />

Aquino 57 .<br />

Los tontos no eran internados y recluidos, marginados a causa de su alteridad, en las<br />

instituciones que la Baja Edad Media fue creando para intentar aislarlos y segregarlos,<br />

no como, en otros casos, como el de los pobres, para asilarlos y convertirlos no solo en<br />

objetos de la caridad cristiana sino que dejaran de ser súbditos o ciudadanos socialmente<br />

inútiles. A pesar de la casuística múltiple y la transformación de la patología histórica,<br />

parece que en nuestra época se encerraba preferentemente a los locos

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