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ción de la misma caligrafía anotó además en<br />
cada uno de ellos un nombre: Juan de Alcocer,<br />
que pudiera referirse al comitente o primer<br />
poseedor de las obras.<br />
Es posible que pueda identificarse este<br />
nombre con fray Juan de Alcocer, un franciscano<br />
observante aragonés, eminente estudioso<br />
de ritos y ceremonias católicas, fruto de<br />
las cuales publicó un Ceremonial de la Misa<br />
cuya primera edición vio la luz en Zaragoza en<br />
1607 56 . A ella siguieron nada menos que otras<br />
cinco hasta 1622 57 , lo que da idea del prestigio<br />
que el autor y su libro alcanzaron en ámbitos<br />
eclesiásticos. Como se deduce de su extenso<br />
título, el Ceremonial era una obra que recogía<br />
las reformas del Misal con posterioridad al<br />
Concilio de Trento. Divulgado desde 1568 y reformado<br />
por Clemente VIII (1602) el nuevo<br />
misal debería llegar a todos los sacerdotes y prelados para ayudarles en el cumplimiento<br />
de sus obligaciones y con esta intención de instrucción para prelados fue escrito.<br />
Alcocer fue pues, hombre preocupado por las mismas intenciones reformadoras y de<br />
formación del clero que los eclesiásticos toledanos que rodeaban al <strong>Greco</strong> y realizó con<br />
esta obra una aportación importante. Resulta realmente tentador pensar que este “Juan<br />
de Alcocer” mencionado en las inscripciones de los cuadros se corresponda con nuestro<br />
franciscano, pues las series apostólicas son un encargo particularmente adecuado<br />
para alguien de sus características.<br />
¿Cómo verían estos miembros del alto clero las series apostólicas del <strong>Greco</strong>? Es muy<br />
posible que, como han señalado varios estudiosos asumiendo que decoraban sacristías,<br />
los sacerdotes pudieran meditar frente a ellos antes de celebrar la Misa recordando las palabras<br />
del Concilio de Trento: “Que el Sacramento de la Eucaristía fue instituido por el mismo<br />
Señor nuestro Salvador y que a los Apóstoles y a sus sucesores los sacerdotes, les había<br />
sido concedido el poder de consagrar, ofrecer y administrar su cuerpo y su sangre 58 ”.<br />
Pero, además de esta función meditativa en el momento de disponerse a celebrar la<br />
misa los apostolados servirían para ellos como un permanente espejo de pastores en palabras<br />
del arzobispo Carranza. En ellos veían al prelado modelo al que todos deberían<br />
aspirar a encarnar, por lo que en este contexto serían comparables a lo que las galerías<br />
de antepasados ilustres significaban para coleccionistas de la nobleza. Su aspiración a<br />
hacer de la toledana una modélica diócesis reformada encontraría inspiración en las<br />
vidas y acciones de los apóstoles.<br />
Pero también las obras teóricas de hombres de iglesia y amigos del <strong>Greco</strong> como<br />
Salzar de Mendoza invocan la existencia de un pasado común que señala la primacía toledana<br />
como el gran privilegio de la ciudad, la verdadera razón para su consideración<br />
Frontispicio de Francisco Torres<br />
(ed.), Constitutiones sanctorum<br />
apostolorum…Venecia, Iordani<br />
Zileti, 1563.<br />
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