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De hecho, algunos de los apóstoles del <strong>Greco</strong> cambiaron sus atributos martiriales<br />
o, como en el caso de San Pedro –sus llaves– o en el de Santo Tomás, profesionales<br />
(unas veces la escuadra de su actividad de arquitecto, fuera en la India o en la edificación<br />
alegórica, y otras la lanza de su martirio). En otros casos, como en nuestro San Bartolomé,<br />
se sumó extrañamente el cuchillo con el que fue desollado –que solía estar<br />
acompañado por su propio pellejo, con artísticas posibilidades autorretratísticas como<br />
en Miguel Ángel o Pedro de Campaña– con la imagen del demonio Astaroth, al que<br />
había vencido y encadenado en el reino de Polimio, tras expulsarlo milagrosamente del<br />
cuerpo de una joven poseída; se trata de la única vez en el que se da esta redundancia<br />
totalmente innecesaria, al lado de la copresencia de la espada y una epístola en<br />
San Pablo.<br />
En cierto sentido, aunque algunos de sus miembros pudieran ser intercambiables, lo<br />
importante era la serie de los doce apóstoles rodeando a Cristo Salvador como un colegio<br />
apostólico plenamente –aunque no históricamente– constituido; al tratarse de series<br />
en las que siempre se ha excluido a Judas Iscariote, son en lo temporal posteriores<br />
a la Pasión y muerte de Cristo. Esta seriación no requería un específico orden de presentación<br />
sino su misma exposición sinóptica. La sucesión temporal era requisito sine<br />
que non en la elocución de los nombres de la lista apostólica fuera la enunciada por San<br />
Mateo (Pedro y Andrés, Santiago Zebedeo y Juan, Felipe y Bartolomé, Tomás y Mateo,<br />
Santiago Alfeo y Judas Tadeo, y Simón y el sustituto de Judas Iscariote, fuere el que<br />
fuere) o cualquier otra. Las series de estampas que se recojen como contexto visual en<br />
esta exposición solían tener un orden específico, muchas veces solo establecido por los<br />
textos que los acompañaban, como el del Credo, como es lógico en el caso de unos grabados<br />
que se contemplarían diacrónicamente, uno detrás de otro, como si fueran naipes<br />
o estampitas que se recogían en un pequeño mazo.<br />
MIRANDO APÓSTOLES<br />
Las series de lienzos del <strong>Greco</strong> se contemplaban de forma distinta, colgados de los<br />
muros de una sala, e importaba más su desplegamiento total y su visión de conjunto<br />
que su mera sucesión 5 . Tal vez por ello ha sido y es sumamente difícil reconstruirles un<br />
orden, a pesar de los varios intentos 6 , en dos secuencias de seis apóstoles en direcciones<br />
opuestas (de derecha a izquierda y de izquierda a derecha) a partir de la imagen central<br />
de Cristo. Y ello a pesar de que ya en el texto de San Mateo se recogían claramente<br />
parejas, que podrían haber establecido un diálogo a través del espacio de la sala en<br />
que se colgaran; aunque éstas tuvieran su propia lógica, no terminaban de ser “apropiadas”<br />
desde un punto de vista institucional, al negarle una posición privilegiada a San<br />
Pablo junto a San Pedro.<br />
Es posible, por lo tanto, que <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> optara por una solución resueltamente figurativa,<br />
aunque siempre con un elemento discordante, la iluminación de los apóstoles,<br />
desde la izquierda en todos y cada uno de los casos. Una de estas soluciones sería que<br />
<strong>El</strong> <strong>Greco</strong>, La Pentecostés (ca. 1600)<br />
Madrid, Museo del Prado, P828.