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Los modelos rafaelescos, de gran corrección en el dibujo, ajustados a los cánones<br />
clásicos tan admirados por Vitruvio, son tratados con gran delicadeza por el artista. Se<br />
trata de doce representaciones tradicionales de los apóstoles, acompañados de sus<br />
respectivos atributos -e identificados al mismo tiempo por los nombres situados en el<br />
interior de los nimbos-, presentados sobre fondo neutro, que permiten resaltan ese carácter<br />
escultórico con el que pretendía dotarlos el maestro de Urbino, y que al mismo<br />
tiempo les mantiene aislados de cualquier contexto narrativo, siendo así mostrados<br />
como modelos independiente e intemporales de seguidores de Cristo.<br />
Esta labor de copia en un principio poco valorada, le llevo a ser considerado mero<br />
transmisor de los modelos rafaelescos. Pero si tenemos en cuenta que Raimondi recibía<br />
simplemente unos sencillos dibujos de Raffaello, meros contornos a lápiz, pluma o sanguina,<br />
descubriremos su atrevida personalidad, que confiere mediante la sombra, el volumen,<br />
y su característico trazo más redondeado una nueva imagen a los modelos<br />
(Schoemaker, 1987, p. 13). Particularidades que podemos también reconocer en otras dos series<br />
conservadas en la Real Colección de Estampas de San Lorenzo de <strong>El</strong> Escorial, Jesucristo,<br />
los apóstoles y los ángeles Gabriel y Rafael y Los Apóstoles (Casanovas, 1962, p. 281). La<br />
primera serie se compone de dos láminas, con ocho imágenes para ser recortadas, y la segunda<br />
por doce estampas individuales. En la primera de ellas los apóstoles son reconocidos<br />
igualmente por la inscripción de su nombre, algo que se pierde en la segunda, pero realmente<br />
lo novedoso de ambas es la introducción de un escenario arquitectónico, pilastras y hornacinas<br />
respectivamente, que enfatizan esta intención escultórica recogida del pintor de Sanzio.<br />
Estas tres series indican la abundancia que de las mismas circulaban durante el siglo XVI.<br />
Se trata, como lo denomina Sarah Schroth, de naipes santos de fácil distribución, de los que<br />
muy probablemente contase con copia <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> (Schroth, 2003, p. 388). Si nos fijamos en la<br />
figura de San Pedro de esa primera serie que conserva la Biblioteca Nacional, y en la representación<br />
que del mismo apóstol hace Domenikos, podemos encontrar semejanzas que<br />
apoyan esa hipótesis de la posible posesión de un juego de grabados de Raimondi por<br />
parte del pintor. Es muy característica del San Pedro de Raimondi, la manera en que prende<br />
el manto con su mano izquierda, entrelazándolo entre sus dedos, y como de su mano derecha<br />
se inclinan pesadamente las llaves, las cuales podríamos aguanta con cansancio. Al<br />
mismo tiempo el apóstol de aspecto también cansado del pintor cretense, deja ver estas referencias<br />
(Íd., p. 389).<br />
Pero esta tradición medieval de la representación del apostolado, tomará tras el Concilio<br />
de Trento (1545-1563) otra vertiente más catequética que pretendía enfatizar la doctrina tradicional<br />
de la Iglesia Católica, que venía amenazada por la reforma luterana. Es en este ambiente<br />
donde debemos introducir el Apostolado del <strong>Greco</strong>, que aún tomando referencias de<br />
grabadores como Marcantonio Raimondi, transmite una visión personal y libre (Pérez Sánchez,<br />
2002, pp. 9-39).<br />
Marta Díez Yáñez