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jada a sus pies, lucha con las escrituras. La relación por lo tanto con el héroe clásico<br />
del conocimiento, el Filósofo, queda patente en la filiación estilística del San Pablo con<br />
respecto a la pareja Platón/Aristóteles de “La Escuela de Atenas” de Rafael (Ibíd.).<br />
Frente a ellos, los Apóstoles de 1523 reanudan la serie con un replanteamiento formal<br />
proporcional a los grandes cambios espirituales que Durero había vivido en torno a los<br />
años iniciales de la Reforma. De golpe desaparecen aureolas y contraposto.<br />
Las figuras se hacen más macizas, concentradas y estáticas. <strong>El</strong> carácter heroico permanece:<br />
San Simón, San Bartolomé y San Felipe blanden sus atributos desafiantes.<br />
Solo que la estatuaria clásica ha dado paso a la estética del caballero medieval. Muy<br />
especialmente destaca la mirada de San Bartolomé al espectador, auténtica interpelación<br />
a la defensa de la fe por parte del mismo.<br />
La evolución hacia una imagen modélica del Apóstol desprovista del lastre pagano se<br />
culmina con la imagen intemporal, estática, sólida, de función casi arquitectónica, de San<br />
Felipe. La hipótesis de Rainer Schoch es que esta última estampa (la más popular de<br />
todas a juzgar por el número de copias) ya estaba muy avanzada en 1523, o quizás terminada,<br />
puesto que el año 1526 parece esconder la auténtica fecha de 1523 (Íd., p. 240).<br />
En ese año de 1523, la fe luterana está a punto de ser adoptada oficialmente por la<br />
ciudad de Nüremberg, a cuyo consejo pertenece Durero. Así pues, en el cambio estético<br />
del artista en esta etapa final de su carrera, en esa búsqueda del “gran estilo”, algunos<br />
historiadores (como Panofsky y Kuspit) han detectado la huella de la teoría de la<br />
retórica de Melanchthon y de su “genus grande”, superpuesta a una valoración de la<br />
simplicidad como camino visual hacia la verdad.<br />
Así pues, el hieratismo de las figuras y el naturalismo creciente de los fondos paisajísticos<br />
invierten los valores de Lucas de Leyden. Se trata de volver a la consideración de<br />
los apóstoles como modelos heroicos para los modernos cristianos, pero situándolos<br />
en nuestro mundo y por lo tanto alejándolos de cualquier papel de intercesores.<br />
Las posiciones de Lutero y de Durero coincidían en la primera mitad de los años<br />
1520 en su doble rechazo a la iconoclasia calvinista y al culto católico a los santos intercesores.<br />
Aceptaban la función de la imagen de los santos como “recordatorio” instructivo<br />
(Schoch, 2007, p. 119), distinguiendo entre “adoración” de la imagen y<br />
“veneración” de los santos.<br />
Aunque son varios los ejemplos de inspiración de <strong>El</strong> <strong>Greco</strong> en Durero (Marías, 1997,<br />
p. 148), siendo el prestigio del alemán y la divulgación de sus estampas notables en Italia<br />
y en España, es difícil que el incompleto Apostolado de Durero pudiera servir de inspiración<br />
a los del cretense. De hecho, más que una estética, sólo parecen compartir con<br />
recursos opuestos un espíritu de renovación del clero mediante el ejemplo apostólico.<br />
David Ruiz Eguía