Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!
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–Maestro amado…<br />
Después de la pausa natural, Pólux repitió conmovedoramente:<br />
–Maestro amado…<br />
La joven sintió que el llanto casi le embargaba la voz, pero, seguida<br />
por él, continuó:<br />
–Con veneración y cariño, nosotros, Jesús amado, deseamos besar<br />
vuestros pies. Recibid en el santuario de vuestras glorias divinas el pobre<br />
recuerdo de los siervos humildes y necesitados. Nuestras almas están llenas<br />
de gratitud a vuestra bondad. Permitid, Salvador nuestro, que podamos<br />
honrar vuestro nombre trabajando en la mies del perdón, de la verdad y<br />
del amor, con vuestra doctrina. ¡Bendecid nuestras luchas salvadoras para<br />
testimoniar eterna fidelidad, amparad nuestros espíritus hasta el día en<br />
que nos podamos unir en vuestro seno, en la claridad sin fin de la eternidad<br />
luminosa!...<br />
Alcione interrumpió la oración, que se asemejaba a un cántico<br />
divino fragmentado por un dulce estacato. En el desolado paisaje, se hizo<br />
una intensa luz, que Pólux no conseguía percibir. Generosos emisarios se<br />
acercaban a los dos hijos de Dios, que imploraban, de todo corazón, el<br />
amparo de Jesús.<br />
La joven, en ese momento, se inclinó hacia el bien amado y,<br />
abrazándolo como una madre cariñosa y desvelada, lo besó largamente<br />
en los labios con infinita ternura.<br />
Pólux deseó proclamar su precioso júbilo, decir de la suave emoción<br />
que le bañaba el espíritu, suplicar la dilatación de aquella hora gloriosa<br />
del camino eterno, pero no consiguió articular palabra. Pero, las ardientes<br />
lágrimas que le rodaban de los ojos, cual lúcido collar de perlas divinas,<br />
hablaban muy alto de su indefinible conmoción. Con la mirada fija en<br />
Alcione, cual agonizante en la Tierra que desease guardar para siempre el<br />
cuadro más querido, cerró los párpados cansados y se rindió al gran sueño.<br />
Fue ahí que los mensajeros del Cristo se aproximaron a la<br />
conmovida joven, que les entregó al bien amado con profundo desvelo,<br />
hablándoles suavemente:<br />
–¡Hermanos, no olvidéis de que os confío un tesoro!...<br />
Enseguida, tomó su ropaje de luz y se alejó del nebuloso paisaje,<br />
dando la impresión de una estrella solitaria que regresaba al Paraíso.<br />
100 ANUARIO ESPÍRITA