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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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experimentamos sin conocerlas, penetrado de un quid divinum, que<br />

adivinamos sin percibir sus detalles, es más interesante que este otro en<br />

el que hasta ahora se confinó nuestro pensamiento. Tratemos de abrirlo a<br />

nuestras investigaciones: hay en él, por hacerse, interminables<br />

descubrimientos que favorecerán a la Humanidad.”<br />

Al releer, recientemente, tal comentario, recordamos cierto episodio<br />

que nos fue narrado por personas de absoluta integridad moral, episodio<br />

en el cual, posteriormente, nuestra facultad mediúmnica se vio<br />

espontáneamente envuelta, en una encantadora prolongación de<br />

revelaciones. Pero, relatemos los acontecimientos en forma literaria, para<br />

no fatigar al lector.<br />

En el mes de septiembre de 1957, una simple casualidad nos llevó<br />

a visitar a una respetable familia residente en Bello Horizonte, la<br />

encantadora capital del Estado de Minas Gerais. Los jefes de esa familia,<br />

el Sr. Antonio Augusto dos Santos y su esposa, Doña Hormezinda Santos,<br />

habían perdido a una de sus hijas, una niña de catorce años de edad,<br />

vivaz y afectuosa, inteligente alumna del “Sagrado Colegio” de aquella<br />

ciudad. El deceso de la gentil adolescente ocurrió el 14 de marzo de 1955,<br />

después de cuatro largos meses de sufrir una dolorosa enfermedad que se<br />

burló de todos los recursos de la ciencia médica, torturando el corazón de<br />

los padres, que veían empeorar a la mimosa hija, sin que un solo alivio le<br />

pudiese ser ofrecido. Por eso mismo, en aquella mañana de septiembre<br />

de 1957, el Sr. Antonio Augusto dos Santos y su esposa aún se confesaban<br />

conmovidos por el drama que mortificaba sus corazones, sufriendo la<br />

nostalgia de las risas cautivadoras de aquella que había partido entre<br />

lágrimas y flores, y cuya figura querida ya no era vista subiendo y<br />

descendiendo las escaleras de la casa o recogiendo las flores del caprichoso<br />

jardín que su madre, celosamente, cultiva hasta hoy. Por ello, sentían<br />

ambos, pesar y amargura, al referirse al doloroso hecho, lo cual conmovía<br />

sobremanera a los oyentes.<br />

Es muy cierto que el médium, cuyas labores, inherentes a la<br />

facultad, extendidas ya por un largo período, pasa a adquirir variadas y<br />

singulares percepciones, especie de una visión totalmente especial,<br />

percepciones que, en determinadas circunstancias lo llevan a aprehender<br />

no sólo algo del pensamiento y de las intenciones ajenas, sino incluso las<br />

vibraciones existentes en los lugares visitados, permitiéndole captar<br />

también detalles que se relacionan con las existencias pasadas de las<br />

personalidades que viven en ellos. Así fue que, penetrando, por primera<br />

122 ANUARIO ESPÍRITA

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