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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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la playa, los cabellos sueltos al viento… O subiendo a los barcos, en compañía<br />

de rudos pescadores, alegre con el resultado de la pesca. Por la noche, en las<br />

casas humildes, los niños buscaban su regazo, ingenuamente maravillados<br />

con las emanaciones de amor que lo rodeaban y con el encanto de sus historias:<br />

“…había un rey que invitó…”. Los niños espirituales, en sus cuerpos adultos,<br />

escuchaban también sus palabras… Contador de historias, posibilitaba el<br />

entendimiento, en la exacta medida de la evolución espiritual de cada uno.<br />

Lo amaba, ¡Él descubrió las verdades que siempre ansió, aunque fuese<br />

inconscientemente! Los sueños de gloria y poder de otrora, basados en<br />

conquistas militares, se desvanecieron pareciendo ridículos, pueriles, cediendo<br />

lugar a los anhelos del alma relacionados con las realidades del espíritu.<br />

¿Anhelar simplemente los laureles de la tierra cuando el Maestro permitía<br />

visualizar las grandezas del Reino de Dios, en su más pura acepción?<br />

Discreto, preservó el anonimato, respetando la tarea y los deberes<br />

inherentes a ella, principalmente porque, en tales empresas, se recomendaba<br />

distanciamiento emocional. ¡Como si él ya no estuviese envuelto, a los pies<br />

de Jesús!<br />

Presentó los relatos, librando al Maestro de cualquier culpa,<br />

recomendando que no lo hostilizasen, porque era inofensivo para el poderío<br />

romano y hasta propicio para el establecimiento de la paz, pues predicaba el<br />

distanciamiento de los poderes terrenales y una renovación interior y<br />

pacificadora.<br />

Oficialmente concluida la investigación, retornó a sus tareas rutinarias,<br />

pero continuó buscando los lugares donde Jesús estaba, siempre que el tiempo<br />

y las atribuciones del cargo lo permitían, mezclándose con la multitud,<br />

sorbiendo sus palabras, linfa que saciaba la sed, calmando al alma sedienta<br />

de Verdad.<br />

El Maestro no podía dejar de notar la presencia del joven, principalmente<br />

por su constancia; los discípulos lo habían alertado también, preocupados<br />

por su seguridad. Él se limitó a sonreír, recomendando que lo dejasen<br />

ir y venir tranquilamente, permitiéndole el acceso al grupo, sin mayores problemas.<br />

¡Jamás conversaron! A veces, las miradas se cruzaban y Jesús sonreía<br />

comprensivamente; el joven militar bajaba entonces los ojos, avergonzado<br />

por la misión a la que había sido destinado, alzándolos después, sumergiéndolos<br />

en los del Divino Enviado. Generalmente, correspondía a la sonrisa,<br />

con el corazón transbordando de fraterno amor por Aquel que los cielos habían<br />

ANUARIO ESPÍRITA 71

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