Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

le envolvía la frente. En Él se unían todas las perfecciones para formar un
tipo supremo de pureza ideal, de inefable bondad.” (“Después de la
Muerte”).
“Hay en su corazón –continúa Denis– inmensa piedad por los
humildes, por los desheredados del mundo. Todos los dolores humanos,
todas las miserias humanas, encuentran en Él un eco. Para calmar esos
males, para secar esas lágrimas, para consolar, para curar, para salvar, Él
va al sacrificio de su propia vida en holocausto, a fin de erguir de nuevo
a la Humanidad. Cuando, pálido se dirige al Calvario, y lo prenden al
madero infamante, encuentra aún, en su agonía, la fuerza de orar por sus
verdugos, y de pronunciar estas palabras que ningún impulso de ternura
sobrepasará jamás: –‘¡Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen!’”
(“Después de la Muerte”).
“Su doctrina de amor y sabiduría se resume en esta leyenda inmortal,
como invitación de redención espiritual a todas las criaturas: –“Amad a
vuestro prójimo como a vosotros mismos y a Dios sobre todas las cosas,
en esto se encuentran toda la Ley y los Profetas. (…) La gran figura de
Jesús sobrepasa todas las concepciones del pensamiento. (…) Él es Alma,
de una serenidad celeste, no se nota ninguna mácula, ninguna sombra.
Todas las perfecciones se funden en Él, con una armonía tan perfecta que
se nos figura al ideal realizado”. “Cristianismo y Espiritismo”.
ALLAN KARDEC, figura eminente de la Codificación Espírita,
escribe: “El mayor milagro que Jesús operó, lo que verdaderamente
atestigua su superioridad, fue la revolución que sus enseñanzas produjeron
en el mundo, a pesar de la exigüidad de sus medios de acción.
En efecto, Jesús, prácticamente desconocido, pobre, nacido en la
más humilde condición, en medio de un pueblo pequeñito, casi ignorado
y sin preponderancia política, artística o literaria, predica su doctrina
apenas durante tres años. En todo ese corto espacio de tiempo es
despreciado y perseguido por sus conciudadanos, calumniado, tratado de
impostor; se ve obligado a huir para no ser lapidado; es traicionado por
uno de sus apóstoles, renegado por otro, abandonado por casi todos en el
momento en que caía en las manos de sus enemigos. Sólo hacía el bien,
pero eso no le impedía ser blanco de la malevolencia, pues de los mismos
servicios que Él prestaba, sacaban motivos para acusarlo. Condenado al
suplicio reservado a los criminales, muere ignorado por el mundo, puesto
que la historia de aquella época nada dice al respecto. (El historiador
judío Flavio Josefo es el único que habla de Jesús, si bien lo hace en
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