Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

La secretaria afirma:
–¡No seré yo! De eso estoy segura…
Eurípedes acude:
–¿Por qué habla usted así?
–Porque no soy rica, ni tan estimada para recibir tantos homenajes…
Eurípedes afirma:
–El hombre que va a desencarnar es pobre. El féretro es pobre,
pero el muerto es muy querido.
Hubo un silencio unánime de comprensión y tristeza.
El voluminoso servicio prosiguió.
Aquel mismo día, Eurípedes amaneció en estado febril.
Durante tres días, no abandonó su puesto junto a los enfermos,
incluso junto a los miembros de su familia, postrados en cama y que, a
pedido de su madre, se encontraban en casa.
Al comienzo de la epidemia, Eurípedes cerró temporalmente las
puertas del Colegio, en virtud del gran número de alumnos que contrajeron
el flagelo.
La medida se imponía, dada la espantosa facilidad con la que la
enfermedad se propagaba en la región.
En el transcurso de tres días, víctima de la fiebre, Eurípedes iba y
venía de una casa a otra, atendiendo a los aflictivos llamados.
Al mediodía del 23 de octubre, Eurípedes pronunció la última
oración fúnebre, en el entierro de la Sra. Merina Bárbara.
Habló como nunca de las bellezas de la inmortalidad y de la
supervivencia del alma, despertando en todos los espíritus las emociones
más vivas.
En casa, todos notaron su abatimiento. Su rostro había tomado un
color violáceo, debido a la violencia de la fiebre, alcanzando a aquellas
alturas alcanzando los cuarenta grados. De los ojos le corrían lágrimas
por el ardor de la fiebre.
Pero, ya le aguardaba un gran volumen de pedidos. Allá afuera
una multitud lo esperaba. En un esfuerzo heroico, que solamente el Amor
justifica, fue a atender a los corazones afligidos.
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