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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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Finalmente, abandonó la pequeña aldea, volviendo a Jerusalén,<br />

reasumiendo su puesto al frente de los soldados.<br />

Los días transcurrían calmados, sin aparentes cambios. Se sorprendió,<br />

pues aguardaba insólitos acontecimientos, que alterasen de forma radical el<br />

rumbo de su existencia, dando la oportunidad de mostrar a Jesús a unos y<br />

otros, a través de sus palabras. ¡Nada! Los meses se arrastraban, sin que la<br />

ocasión propicia adviniese. ¡Comenzó a dudar, aventando la hipótesis de que,<br />

en la aldea, la inestabilidad emocional hubiese generado ilusorias ideas e<br />

intuiciones! Su cabeza se agitaba en un torbellino de pensamientos… ¡Era<br />

evidente que no lograba ser lo suficientemente bueno para divulgar el mensaje<br />

del nostálgico Maestro!<br />

Suavemente, el tiempo se encargó de aplacar la ansiedad de aquella<br />

alma, propiciando el restablecimiento del imprescindible equilibrio. Sin que<br />

el centurión lo percibiese, un nuevo hombre comenzó a ser forjado, a partir<br />

de las redentoras palabras y de los actos de Jesús, necesitando tan sólo de<br />

mayor preparación y experiencia. Observando a sus subordinados, gradual<br />

e imperceptiblemente dejó de verlos como simples piezas de la máquina<br />

de guerra y poder, entendiendo sus problemas y necesidades existenciales.<br />

Si el Maestro aceptaba las diferencias de cada uno, pasando gran parte de<br />

sus enseñanzas en forma de parábolas al alcance de todos, ¿quién sería él<br />

para exigir algo de aquellos que estaban bajo sus órdenes? Eran diferentes<br />

entre sí, con capacidades y afinidades diversas. Para conseguir tener acceso<br />

a ellos, en primer lugar necesitaba comprenderlos, aceptándolos. Y tener<br />

paciencia, mucha paciencia, pues casi todos estaban de acuerdo con la<br />

manera en que vivían, consistiendo en despertar por la mañana, alimentarse<br />

de la forma más abundante posible, trabajar, relacionarse sexualmente,<br />

dormir y despertar una vez más, en un círculo vicioso y continuo, ajeno a<br />

las realidades del espíritu, ignorando haber sido creados para superiores<br />

designios.<br />

Los juegos rudos, el tañer de las armas, los ejercicios de guerra con<br />

los que se entretenían, todo le afectaba desagradablemente ahora… No<br />

obstante, en otros y no muy distantes tiempos, había sido el primero en<br />

promoverlos e incentivarlos. Inicialmente, sintió el ímpetu de distanciarse de<br />

aquello, abdicar del ejército, volver a Roma, donde privilegiaría los estudios,<br />

abandonando definitivamente las pretensiones militares. Entonces, las palabras<br />

de Jesús le llegaron en las alas de nostálgicos recuerdos:<br />

ANUARIO ESPÍRITA 79

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