Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

–Hermano Raúl, yo quisiera hacerle un pedido, una solicitud: por
Dios, por el amor de Dios, mi marido se murió hace dos años, pero no
sale de mi casa. Todos los días lo veo, lo miro, en mi cuarto, en mi
habitación, por la mañana me despierto y allí está mi marido.
Y yo le pregunté:
–¿Y qué puedo hacer para serle útil?
–Yo quisiera, hermano, que usted me lo sacara de mi hogar.
Le dije:
–Pero, ¿no es su marido?
–¡Sí, pero cuando estaba vivo!
–Sí pero su marido no era solamente el cuerpo, su marido era el
espíritu que manejaba el cuerpo.
–¡No! ¡Ahora él está muerto!
–Señora, si su marido estuviera muerto, ahora no estaría en su casa.
Y ella no podía comprenderme, y yo tenía que finalizar la charla,
porque era una conversación de locos, de borrachos, y le pregunté:
–Señora, ¿quién compró la casa?
–Fue mi marido.
–¿Quién pagó la casa?
–Fue mi marido.
–Entonces la casa le pertenece a él y usted tendrá que salir.
Y ella me miró, y me dijo:
–¿Yo tengo que salir?
–Sí, él compró la casa, él la pagó, usted es la que tiene que salir.
–Entonces, hermano, déjelo allí.
Una salida inteligente, porque tenemos la idea de que nuestro
mundo es el mundo real. Todas las cosas que vemos, no son exactamente
como las vemos, porque las vemos por medio de nuestros ojos, que tienen
deficiencias. Cuando miramos a las estrellas, no es exactamente lo que
vemos, porque tenemos los fenómenos de la paralaje, tenemos los
fenómenos de la velocidad de la luz, cuando vemos la estrella no vemos
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