Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

como si una vigorosa tenaza apretase su acelerado corazón. ¿Cómo había
podido callarse, dejando que todo aquello sucediera? ¿Cómo?
¡Jesús!
Los recuerdos le brotaron con nitidez.
Había oído hablar de aquel hombre inicialmente por la boca de los
siervos de la casa… Entonces, imputó a la crédula simplicidad de las criaturas
el milagro relatado, creyendo que buscaban engañarse, huyéndole a la realidad
de sus vidas desprovistas de libertad. Una de las esclavas, enfermó y, a pesar
de los cuidados médicos, los síntomas se agravaron tanto que fatalmente
desencadenarían la muerte de la infeliz. Irónicamente, dio su anuencia a la
solicitud de uno de sus criados, permitiendo la entrada de uno de los seguidores
del tal profeta en el alojamiento. Por extraña “casualidad”, la mujer se
restableció, hecho que reforzó la fe de los siervos, aglutinando a nuevos
adeptos para el Rabí, pues en nombre de Él había sido realizada la imposición
de manos y la pretendida curación milagrosa.
Sorprendido y agradecido por la recuperación de la valiosa esclava, se
apresuró a colocar en las callosas manos de la ruda y humilde figura,
probablemente un pescador, algunas piezas de oro. ¡La sierva valía más,
mucho, en cualquier subasta! Una suave sonrisa acompañó la aceptación de
la generosa ayuda, seguida de la información de que sería destinada a los
menos favorecidos. Se acordó de haber sonreído también, dudando
íntimamente de la sinceridad del hombre, preguntándose cuáles serían sus
pensamientos, en caso de que realmente estuviese dispuesto a abdicar de las
muchas comodidades que bien podría proporcionarle el preciado metal.
Después, oyó hablar de Él en conversaciones de los amigos y
compañeros de trabajo. Ironía, despecho, envidia, rabia, preocupación por
las posibles intenciones políticas del profeta nazareno…
Hacía poco tiempo que había dejado Roma, iniciando sus actividades
en las conquistadas tierras de Palestina. Joven y ambicioso, perteneciente a
una rica y respetable familia, decidió enfrentar las dificultades en distantes
parajes, estableciendo seguros fundamentos de una exitosa carrera militar,
peldaño para sueños más audaces, posiblemente, el Senado. A fin de cuentas,
muchos habían llegado al poder, a través de triunfales marchas sobre pueblos,
delineando con sangre el camino de su ascensión personal. ¡Haría lo mismo!
Designado para la ciudad de Jerusalén, comandaba una de las muchas centurias
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