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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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manos una moneda de significativo valor, discretamente, para no atraer<br />

atenciones, llevando a los labios el dedo en señal de silencio.<br />

Más allá, un ciego, otro, y otro más… Heridas y llagas, lágrimas y<br />

gemidos. Criaturas maniatadas, de dementes ojos y atribulados gestos…<br />

Y el hombre sentado en el barco, mirando a la multitud, de espaldas<br />

hacia el verde mar de Galilea…<br />

Finalmente, Él habló y había sabiduría en sus palabras esparcidas en<br />

la cálida y olorosa brisa. Se sorprendió, pues bien diferente era la idea que se<br />

hacía del Rabí y de su competencia como profeta. Se equivocó. Ciertamente,<br />

no se trataba de un necio y mucho menos de una persona rústica. El porte<br />

altivo, los gestos nobles, la presencia, la belleza, la luz que parecía envolverlo<br />

como una continua llama, todo denunciaba una incontestable grandeza.<br />

¡Aunque estuviese Él en medio de muchos, aun así lo distinguiría!<br />

Hizo grandes esfuerzos para mantener la neutralidad, inmunizándose<br />

contra el encanto del Maestro, pues allí estaba para ver, oír y evaluar, y no<br />

para conmoverse con los sufrimientos humanos y con la figura que, frente al<br />

escenario rosáceo y dorado del horizonte, se delineaba luminosa.<br />

Unas pequeñas manos agarraron sus piernas y él se encontró con una<br />

pequeña criatura a sus pies, tenía las ropas limpias y rotas, los cabellos castaños<br />

moldeando su rostro pleno de confianza, los ojos oscuros y bellos mirando<br />

sin ver. Temiendo que la pisoteasen, la tomó en sus brazos, murmurando<br />

palabras suaves, mientras que indignado buscaba con la mirada a la madre de<br />

la niña. ¿Dónde estaría la irresponsable señora que dejaba a una niña ciega<br />

que se aventurase entre tantas piernas?<br />

El Maestro guardaba silencio y la multitud, previendo la posibilidad<br />

de lograr sanaciones, ondulaba en su dirección, cada uno buscando ser visto<br />

y atendido. Llevado por la ola humana, se encontró frente a frente con el<br />

Rabí, objeto de sus secretas investigaciones.<br />

Sorprendentemente, Él sonreía, dirigiéndole un rápido guiño. Perdió<br />

el habla, un nudo en la garganta, sintiendo el rostro ardiendo como brasas y el<br />

corazón en disparada arritmia. ¿Sabría Él de algo? ¡Detestó con todas las<br />

fuerzas a los sacerdotes que lo habían colocado en tal complicada situación y<br />

a sus superiores, por haber acordado ese enorme absurdo! ¿Sería que Roma<br />

no disponía de suficientes espías profesionales? ¡Ciertamente, los fariseos<br />

también los tenían! ¿Por qué él? ¿Por qué?<br />

68<br />

ANUARIO ESPÍRITA

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