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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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el cual motivó estas páginas, hecho que al ser razón confortadora y<br />

consuelo para los demás corazones maternos que se vean en idénticas<br />

circunstancias, igualmente da testimonio de la verdad espírita, en<br />

condiciones alentadoras, edificando el corazón del creyente y encaminando<br />

las atenciones para la sublimidad de la vida más allá de la tumba:<br />

“–Mi hija tenía catorce años incompletos– iba diciendo Doña<br />

Hormenzinda, con la voz pausada y delicada–, cuando los designios sabios<br />

de la Providencia le permitieron enfermar y morir. Un tiempo antes de<br />

contraer la dolencia que finalmente la hizo su víctima, había manifestado<br />

deseos de que sus futuros quince años de edad fuesen debidamente<br />

conmemorados, y toda la ilusión de su corazón se volcaba en ese sueño<br />

ingenuo que la extasiaba de alegrías y prematuras emociones. Por eso<br />

mismo, me hizo prometer que la presentaría con un rico vestido de baile,<br />

para usarlo en aquel día, largo y adornado de muchos encajes y flores, y<br />

cuyo color debería ser rosado. Firmado el compromiso, sobre él nos<br />

entendíamos frecuentemente. ‘Betinha era la hija menor entre las niñas<br />

que tuvimos, conforme ya dije, y nos era grato a todos, por eso mismo,<br />

satisfacer sus deseos siempre que fuesen razonables… Pero, ella, no<br />

alcanzó la edad de sus sueños, pues falleció a los catorce años.<br />

No obstante, tres días después de su paso al otro Mundo,<br />

encontrándose toda la familia conmovida y llorosa, como sería natural,<br />

ocurrió un hecho singular, bello y enternecedor –recordando los libros<br />

clásicos de filosofía religiosa de todos los tiempos y países, así como los<br />

compendios de Ciencias Psíquicas firmados por eminentes sabios<br />

psíquicos que se dedicaron a descubrir el Más Allá, afirmando la<br />

continuación de la existencia de la criatura humana, después de la muerte<br />

del cuerpo carnal– que vino a demostrar que nuestra ‘Betinha’ por quien<br />

llorábamos tanto, proseguía viva y feliz como antes, por ventura más<br />

bella y alegre aún, concediéndonos la satisfacción de continuar a nuestro<br />

lado en Espíritu, siempre que le fuese posible y con el permiso de Dios.<br />

Mi hija Eunice, casada y residente fuera de la Capital, permanecía<br />

con nosotros desde que el estado de salud de su hermanita se agravara, y<br />

tres días después de su paso a la otra vida seguía aquí, esperando que la<br />

consternación general se atenuase, a fin de regresar a su domicilio. En la<br />

noche en que sucedió el acontecimiento que pasaré a relatar, dormía ella<br />

en la habitación de su hermana Zinda, y ninguna situación anormal había<br />

sido presentida, conservándose toda la familia conforme con los designios<br />

divinos, no obstante, pesarosa y afligida. Eunice, fatigada por las luchas<br />

ANUARIO ESPÍRITA 125

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