Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

por haberlos ayudado en cierta ocasión… Otros a quienes había prestado
idéntica asistencia estaban allí también, recelosos de manifestar apoyo al
acusado. Sonrió, pensando una vez más en el Rabí. También Él enfrentó
semejante omisión…
Se enfrentó a las autoridades romanas constituidas. A las primeras
palabras, constató que no les interesaba su condenación. Elogiaron
afectadamente su desempeño como oficial, dejando abierto y fácil el camino
para su reintegración al cargo, bastando que dijese no ser cristiano, negando
públicamente a Jesús. Ni siquiera le exigieron pruebas mayores, solamente la
simple declaración verbal.
¡Vivir era tan bueno! Sus ojos, en un segundo, observaron el cielo
azul, las blancas nubes, los pájaros, la luz del sol, flores, árboles… Sería
suficiente negarlo todo… Todos comprenderían, pues eran muchos los que se
callaban, ocultando la verdadera fe…
Recordó cuando estaba a los pies de la cruz, en el Gólgota, del triste
suceso…
¡Jamás negaría su fe en Jesús!
Su voz fuerte y firme, resonó en la plaza repleta:
–Señores, me alegra que hayáis percibido los relevantes servicios
prestados por nuestra humilde persona en pro de Roma, durante largos años.
No obstante, la justicia y la integridad con que ellos se revistieron están
pautadas en las enseñanzas profundas e iluminadas de Aquel que consideráis
necesario perseguir, incluso después de su muerte, en la figura de indefensas
criaturas, que sólo quieren honrar y vivenciar sus preceptos de paz, amor y
perdón. Me sería aparentemente fácil negar al Maestro, callando por segunda
vez, privilegiando la libertad del cuerpo físico. Sé que pocos me condenarían
por tal acto, pero no conseguiría vivir sin culpa, pues, desde que lo conocí,
envuelto en ropas de disfraz para servir al Imperio Romano, destinado a
seguirlo, vigilarlo, observarlo, con la tarea de delatar sus intenciones y
propósitos, desde entonces, señores, ¡se abrieron para mí las puertas de la
verdadera vida! Me transformé en aquello que hoy soy: un siervo de Jesús,
leal a él y a su Doctrina de Amor, y un humilde propagador de sus palabras.
Cristiano, jamás traicioné o postergué los ideales de mi país o de mi pueblo,
sirviéndole honradamente. ¡Tengo en paz la conciencia! Haced conmigo lo
que tuviereis que hacer… Os comprendo y respeto vuestra posición ideológica.
ANUARIO ESPÍRITA 83