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Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!

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prisioneros al Cristo redivivo! Jesús estaba entre ellos, confortándolos,<br />

insuflándoles el valor necesario, semejante al que Él había tenido en las horas<br />

angustiosas de la cruz. El último testimonio sería importante para la evolución<br />

del Planeta, no bastaría morir, era preciso morir bien.<br />

Los carceleros le trajeron una inesperada comida matinal; la justicia<br />

romana no se molestaba en alimentar a los que iban a morir en las próximas<br />

horas, considerando eso un gasto innecesario. Un tanto avergonzados, dijeron<br />

al conmovido oficial que sus milicianos los habían convencido de efectuar la<br />

singular entrega, pues no querían que el valeroso centurión estuviese decaído<br />

por el hambre y la sed, y sí, lleno de esperanza y fe. ¿No les había enseñado él<br />

que la vida verdadera estaba después de la muerte y que el espíritu era inmortal?<br />

¿No les había dicho que el espíritu retornaba muchas veces, en diferentes<br />

envoltorios carnales, siempre rumbo a la evolución? Conocedores de la<br />

existencia de otros condenados, enviaban comida para todos, rogando a Jesús<br />

que les protegiese y amparase en la hora difícil. Junto a los alimentos, enviaron<br />

un paquete conteniendo un limpio uniforme y algunos artículos de higiene<br />

personal. Habían pensado en todo…<br />

Marcos Virgilio entendió que su tarea sobre la Tierra estaba finalizando<br />

y que otros asumirían su lugar con igual valor. Como Jesús, divisó el futuro,<br />

pleno de amor y paz. ¡Nada más importaba!<br />

La multitud, envuelta en profundas sombras espirituales, aguardaba<br />

ansiosa la entrada de los cristianos, gozando de antemano con su martirio<br />

sangriento, deseando verlos suplicantes, intentado huir del ataque de las fieras<br />

hambrientas. ¡Pedirían clemencia, pero sería tarde!<br />

Los portones se abrieron, en medio del estridente toque de las<br />

trompetas, y la figura altiva del centurión Marcos Virgilio penetró en la arena<br />

al frente de los condenados, arrancando entusiasmados gritos de la turba. Se<br />

quedaron aguardando, con excepción del oficial, que se dirigió al centro,<br />

frente a las autoridades. El estrépito de las jaulas al ser abiertas causó una<br />

conmoción en los espectadores: las pobres fieras, retiradas de su hábitat salvaje,<br />

lejos de la vegetación y de las aguas, hambrientas y arrinconadas, se<br />

proyectaron. Sorprendidas con el valor del hombre inmóvil, alto y atlético en<br />

su uniforme, el dorado de los pectorales, hombreras y capacete reflejando el<br />

sol, frenaron, acomodándose sobre las patas, esperando también.<br />

Los rayos solares continuaban incidiendo de lleno sobre los metales,<br />

proyectando del uniforme del centurión chispas de luz, envolviéndolo en un<br />

ANUARIO ESPÍRITA 85

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