Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!
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Tal situación se mantuvo durante años, hasta el momento en el que, en<br />
contra de su voluntad, fue trasladado a Roma, encontrándose con una<br />
implacable persecución, pues eran exigidos a los seguidores del Maestro<br />
dolorosos testimonios. Muchos habían perecido de muerte violenta y cruel, y<br />
la situación sobrepasaba en seriedad lo que ocurría en tierras de Palestina.<br />
Cierto día, una escolta fuertemente armada entró en el Cuartel,<br />
especialmente destinada a detener al todavía centurión. Finalmente, los<br />
envidiosos detractores habían conseguido incriminarlo. Algunos de sus<br />
antiguos soldados, indignados con la arbitrariedad y el irrespeto que alcanzaba<br />
a Marcos Virgilio, considerado mucho más que un simple comandante, se<br />
enarbolaron en sus defensores, rodeándolo, tomando armas y lanzándose sobre<br />
sus compatriotas. Durante un fugaz momento, se alegró con la solidaridad de<br />
los compañeros, con la estimación que le dedicaban. Después, se acordó de<br />
Jesús. En la triste hora de la traición, Él había impedido muertes, ordenando<br />
que nada fuese hecho contra los que le detenían. Aunque tenía en sus manos<br />
el poder de derrumbar cualquier barrera, aun así calló, dejando a sus seguidores<br />
la más bella y difícil de las lecciones: mansedumbre y perdón.<br />
Con sereno gesto, el centurión impidió el ataque, recomendando calma<br />
y respeto a las disposiciones de la justicia romana. Les dejó el encargo de<br />
proseguir la tarea, sin renunciar jamás a lo que habían compartido. Por la<br />
calle, repleta de personas asustadas, siguió, con las manos atadas, siempre<br />
tranquilo. Había aprendido con el Maestro, que fue manso y humilde…<br />
Tirado en una sombría prisión, se conformó con la presencia de otros<br />
que, como él, creían en Jesús, viviendo sus lecciones de amor. En los días<br />
siguientes, aun cuando estaba hambriento y sucio, se sentía envuelto en<br />
balsámicas energías, asumiendo entre los alarmados compañeros de celda<br />
innato liderazgo, estimulándolos a orar y a meditar. Viendo su uniforme,<br />
muchos se sorprendían, aguardando a que lo retirasen en cualquier momento<br />
de la infecta mazmorra.<br />
Después de una semana, juzgándolo suficientemente intimidado,<br />
cediendo a la intensa presión de representantes del poder público, admiradores<br />
de la impoluta vida de Marcos Virgilio, que lo reputaban como excelente en<br />
sus funciones, lo retiraron de la celda, conduciéndolo a un amplio y abierto<br />
tribunal.<br />
El hambre le cegaba, haciéndole sudar frío y tropezar. Personas<br />
piadosas le dieron agua y dátiles secos, que él masticó lentamente. Los conocía<br />
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ANUARIO ESPÍRITA