Anuario Espírita 2011 - ¡Bienvenido a Mensaje Fraternal!
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acrisolado y fiel. Pero, en las recapitulaciones peligrosas, tal propósito<br />
fallaba siempre; maculando los santuarios, traicionando los deberes santos,<br />
olvidando así los compromisos sagrados y saliendo nuevamente del mundo<br />
como criminal cruel. Pólux consideró los errores del pasado execrable y,<br />
oprimido por las angustias de la conciencia, comenzó a llorar.<br />
¿Dónde estaba Alcione que parecía ajena a sus desventuras?<br />
Muchos años habían transcurrido sobre sus peregrinaciones, como espíritu<br />
desolado, entre ásperos remordimientos, y nunca obtuvo la dicha de besarle<br />
las manos cariñosas y benefactoras. Algunas veces, recibía sus mensajes<br />
de incitación y consuelo sagrado; no obstante, no conseguía saciar la<br />
torturante nostalgia, ni evitar su propio desaliento de espíritu caído en el<br />
desfiladero de las amarguras más crueles.<br />
En las conversaciones con sus amigos, Pólux encontraba siempre<br />
poderosos argumentos para convencer a los más rebeldes o consolar a los<br />
más tristes. Sus vastas reservas de conocimiento le proporcionaban<br />
recursos espirituales que los demás no poseían.<br />
Y con todo eso, en aquella hora de su eternidad, se sentía<br />
profundamente sólo y desdichado.<br />
Bajo el yugo de atroces recuerdos, sintiendo que el instante de<br />
retorno al orbe terráqueo estaba próximo, procuró el refugio gratificante<br />
de la oración y murmuró en tono muy bajo, con los ojos erguidos hacia lo<br />
alto:<br />
–¡Jesús, Maestro querido y generoso, concededle fuerzas a mi<br />
corazón enfermo y perverso…! ¡Dignaos cerrar los ojos ante mis<br />
fragilidades y ved, Señor, cuánto sufro…! ¡Fortaleced mi voluntad<br />
vacilante y, si fuese posible, mi Salvador, dadme la gracia de oír a Alcione,<br />
antes de partir…!<br />
Pero, ante esa evocación directa de la bien amada, el llanto embargó<br />
su conmovedora y dolorosa oración. En actitud humilde, bajó los ojos<br />
nublados de lágrimas y sollozó, discretamente, como si estuviese<br />
avergonzado de su propio dolor.<br />
En ese instante, la amorosa entidad que lo asistía pareció orar<br />
intensamente, haciendo un notable esfuerzo para hacerse visible ante él.<br />
Gradualmente, se extinguieron los rayos de luz que la envolvían en reflejos<br />
divinos. La sombra del paisaje la rodeó completamente, y una joven de<br />
singular belleza tocó al penitente en los hombros, en un gesto de<br />
encantadora ternura.<br />
ANUARIO ESPÍRITA 93