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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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suerte en compañía en muchos años. Es cuando ya se dice, Charro está con <strong>Tirofijo</strong> y<br />

<strong>Tirofijo</strong> está con Charro. Antes sólo nos saludábamos, nos tratábamos como a distancia; él<br />

me conocía como liberal, yo lo conocía como liberal, pero nunca habíamos acercado la<br />

amistad entre hombres, porque él iba en una comisión y yo en la otra comisión, <strong>de</strong> pasada<br />

nos dábamos la mano cruzando El Saldaña, otra vez la mano y el saludo por Horizontes, <strong>de</strong><br />

nuevo la conversa por los lados <strong>de</strong> Herrera, otra vez los <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> éxitos en una acción en<br />

cercanías <strong>de</strong> Bilbao; así, digamos <strong>de</strong> lejos, era como yo lo conocía. Lo <strong>de</strong>scifré como se<br />

<strong>de</strong>scifra a un hombre en los estallidos <strong>de</strong> su ánimo, en la vocería <strong>de</strong> su temple, en el<br />

dominio <strong>de</strong> su ira, en la franqueza cierta <strong>de</strong> su verdad, en el odio a la mentira, en el orgullo<br />

por su vida, en la sencillez y no en la prepotencia, es <strong>de</strong>cir, en los misterios <strong>de</strong> su pensar.<br />

Lo conocí cuando él se acercó más a mí y yo a él, y fue en la tormenta que pasamos los dos<br />

en aquella reunión en La Ocasión...”.<br />

Un día Charro Negro invitó a Pedro Antonio Marín a la casa don<strong>de</strong> vivían su madre y sus<br />

hermanas y “yo acepté, me fui en compañía <strong>de</strong> seis <strong>de</strong> mis hombres y estuvimos tomando<br />

trago y bebiendo chicha como un par <strong>de</strong> con<strong>de</strong>nados, sin <strong>de</strong>scanso y nos emborrachamos<br />

hasta quedar dormidos en los asientos. Al otro día la mamá <strong>de</strong> Charro nos ofreció unas<br />

aves para comérnoslas y corrimos como un par <strong>de</strong> muchachos enloquecidos <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> las<br />

aves y no las agarramos <strong>de</strong> lo puro borrachos y sin <strong>de</strong>cirnos la <strong>de</strong>cisión, rodilla en tierra les<br />

echamos bala, las aves levantaron una polvareda hasta el cielo y las <strong>de</strong>splumamos a bala y<br />

así comenzamos a compartir la vida con Charro...”.<br />

Cuando los dos salieron <strong>de</strong> la conferencia guerrillera <strong>de</strong> La Ocasión, Charro no olvidaba su<br />

diferencia con los Loayza. “Una diferencia que hirió <strong>de</strong> muerte a su corazón, que lo volvió<br />

hombre <strong>de</strong> rencor aprisionado en el pecho...”. Charro tenía un hermano que quería mucho,<br />

un hermano negociante que antes <strong>de</strong> ser difunto, poseía unas quince mulas que trabajaba en<br />

Herrera y Horizontes, cuando entraba mercancías, llevaba café, arriaba ganado y cerdos<br />

para ven<strong>de</strong>r por los lados <strong>de</strong> Florida, Valle. Un hombre fuerte para el trabajo, que ampliaba<br />

su mirada para <strong>de</strong>vorar distancias. Los liberales acusaron al hermano <strong>de</strong> Charro <strong>de</strong> ser<br />

informante <strong>de</strong>l ejército, lo cual no era cierto y a<strong>de</strong>más, nunca pudieron comprobarlo y lo<br />

mataron sin que hiciera algo para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse con sus palabras, lo mataron en frío sin que<br />

pudiera calentarse un poco en su sangre, le dispararon sin temblor en las manos, le robaron<br />

las mulas, las mercancías y abandonaron su cadáver para que lo <strong>de</strong>scubriera la noche en un<br />

zanjón. “Cuando el Charro herido por el sentimiento <strong>de</strong> rabia y dolor se salió <strong>de</strong> las casillas<br />

y manifestó el <strong>de</strong>sacuerdo por la forma miserable en que asesinaron a su hermano, los<br />

Loayza or<strong>de</strong>naron ponerlo preso, lo <strong>de</strong>jaron amarrado ya en salmuera con muerte <strong>de</strong>cretada.<br />

Yo llegué al sitio y lo vi amarrado en la proximidad <strong>de</strong> su agonía y lo vi sin que sus ojos<br />

expresaran un pedido <strong>de</strong> piedad para su vida; lo vi amarrado en su hombría, así era Charro<br />

en su orgullo, no era hombre que durmiera con la cobardía, no le importaba que la muerte<br />

le cosquillara la nuca, no era hombre para <strong>de</strong>jar caer las rodillas en tierra en angustia <strong>de</strong><br />

imploración. Yo ejercía autoridad entre los Loayza y fue necesaria mi voz para hacerlo<br />

libertar...Más tar<strong>de</strong>, el Charro se vuelve cuñado mío, o sea que Charro toma una hermana<br />

mía como su mujer...”.<br />

Marulanda y Charro -a Marulanda aún no se le conocía como Manuel Marulanda Vélez, se<br />

le conocía como <strong>Tirofijo</strong>-, crearon su comando en los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Planadas, Gaitania y<br />

El Socorro, en medio <strong>de</strong> una situación complicada y grave. El ejército había vuelto a sus<br />

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