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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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Manuel con su metro ochenta centímetros <strong>de</strong> estatura, <strong>de</strong> sus pies <strong>de</strong>scalzos hasta su cabeza<br />

sin sombrero, porque no usaba aún zapatos, escuchaba con inmensa pasión las palabras que<br />

con elocuencia brotaban <strong>de</strong> la boca <strong>de</strong> María Cano, apuntaladas en su metro cincuenta y<br />

ocho centímetros <strong>de</strong> estatura. Dos formidables estaturas venidas <strong>de</strong> formación distinta; los<br />

dos anduvieron <strong>de</strong> brazo en la fogosa agitación promovida por el Socialismo<br />

Revolucionario en los inicios <strong>de</strong>l año 26. El otro Manuel que era un orador llano y directo,<br />

<strong>de</strong> persuasivos argumentos <strong>de</strong> clase, poseído <strong>de</strong> su importancia <strong>de</strong> hombre <strong>de</strong> pueblo, había<br />

tenido la oportunidad <strong>de</strong> escuchar doblemente el timbre sonoro -magistralmente manejado<br />

por ella en las escalas <strong>de</strong> su intensidad-, <strong>de</strong> la voz <strong>de</strong> María Cano; dulce, angelical y suave<br />

en la sala <strong>de</strong> su casa y fogosa, acusadora cuando esta pequeña y <strong>de</strong>licada mujer le abría con<br />

los <strong>de</strong>dos <strong>de</strong> sus palabras los ojos al país y lo hacía temblar, en la formidable cruzada que<br />

realizó en la década <strong>de</strong> los veinte. “Así como nunca lo conocí en vida, nunca por <strong>de</strong>sgracia,<br />

tuve en mis manos una fotografía <strong>de</strong> su persona para <strong>de</strong>cir, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> mirarlo<br />

a<strong>de</strong>cuadamente en su pose <strong>de</strong> quietud fotográfica, he comenzado a <strong>de</strong>smontar a este hombre<br />

por lo menos en el querer <strong>de</strong> su mirada, porque uno necesita conocer-su mirada me informa<br />

mucho-, al hombre a quien uno va a reemplazar <strong>de</strong> nombre, y naturalmente asumiéndolo<br />

con la carga <strong>de</strong> su pasado…”.<br />

Al primer Manuel lo conocieron muchos <strong>de</strong> sus compañeros en vida, que apenas sobrepasó<br />

el medio siglo. Lo <strong>de</strong>scriben <strong>de</strong> memoria: Un moreno rosado, con ciertas señales <strong>de</strong> pecas<br />

en la cara, alto. Le faltaban los dientes superiores, es <strong>de</strong>cir, era mueco. Cabello<br />

ensortijado. Vestía <strong>de</strong> dril, muy limpio, <strong>de</strong>scalzo, bien aseado. Daba la impresión que en la<br />

casa lo tenían bien organizado. Nunca le faltaba un cigarrillo en la boca, a pesar <strong>de</strong> que<br />

era asmático o precisamente por esto…”. Así era el otro Manuel en los años treinta.<br />

“Negroi<strong>de</strong>, no propiamente negro africano, alto y <strong>de</strong>sgarbado, <strong>de</strong> bigote ralo, <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntado,<br />

muy llano, muy fiel; orador sencillo, enérgico, <strong>de</strong> agradable figura, un buen expositor…”.<br />

Así era el otro Manuel en los años cuarenta. “Un tipo <strong>de</strong> negro antioqueño, resultado <strong>de</strong>l<br />

cruce <strong>de</strong> negros y mineros blancos, <strong>de</strong>lgado y alto, <strong>de</strong> ojos pequeños y pelo negro;<br />

<strong>de</strong>spierto el hombre, muy inteligente; hombre autorizado en lo político, dirigente obrero<br />

muy acatado; un buen agitador. No era un hombre culto, pero poseía la sabiduría y la<br />

suspicacia popular...”. Así era el otro Manuel en la mitad <strong>de</strong> la década <strong>de</strong>l cuarenta.<br />

“Siempre albañil en su manera <strong>de</strong> hablar, como si estuviera manejando los gestos <strong>de</strong> la<br />

mano con el palustre o estuviera colocando ladrillos encima uno <strong>de</strong> otro con sus palabras.<br />

Alto siempre, <strong>de</strong>lgado, moreno muy paisa, no era negro betún, era negro achocolatado. Un<br />

hombre <strong>de</strong> mucha autoridad, que estaba pronto a resolver los problemas, simples o agudos<br />

<strong>de</strong> los obreros. Práctico como ninguno en buscar las soluciones a cualquier conflicto. De<br />

olfato fino sin <strong>de</strong>jarse enredar en la retahíla <strong>de</strong> la verborragia. Hombre preocupado <strong>de</strong> los<br />

hombres que lo acompañaban en sus labores. Tenía ciertos conocimientos políticos,<br />

manejaba ciertos conocimientos i<strong>de</strong>ológicos. Como albañil se formó en la vida <strong>de</strong>l partido<br />

y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el partido se convirtió en un dirigente obrero muy acatado. En su vida fue un<br />

constructor como en su oficio <strong>de</strong> albañil; construía partido, construía movimiento sindical,<br />

construía palabras y muchas ilusiones y le construía nuevos mundos a este mundo...”. Así<br />

era el otro Manuel en los años cincuenta, antes <strong>de</strong> ser asesinado.<br />

El partido comunista <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín realizó su primer acto público, para conmemorar la<br />

Masacre <strong>de</strong> las Bananeras; el otro Manuel, junto a María Cano pronunciaron, afiebrados los<br />

dos, sendos discursos antiimperialistas. Después no hubo manifestación partidaria o<br />

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