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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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terreno, calibrando certeramente sus disparos, mediatizados en una paciencia infinita. No<br />

tenían afanes. En el filo, Charro, Marulanda y Joselito al estudiar minuciosamente el<br />

terreno cogido por los liberales, <strong>de</strong>cidieron que esa noche entrarían al comando para<br />

anunciar a la dirección que en la madrugada atacarían el puesto <strong>de</strong> los liberales.<br />

Preguntaron: ¿Quiénes están dispuestos a entrar voluntariamente al comando? Pedro<br />

Antonio Marín sin preámbulos dijo que él, lo siguió como sombra acompañante su<br />

hermano, y cinco hombres más que andaban con ellos; reptaron pegados a la tierra en<br />

intervalos pensados, haciéndole esguinces a las luces que resplan<strong>de</strong>cían en la noche; al<br />

llegar se pusieron al habla con Lister, acodaron el plan y, en la madrugada sorprendieron a<br />

los liberales limpios con fuego cerrado y sostenido que los hizo salir <strong>de</strong> sus cuevas en veloz<br />

huída, en una acción combinada <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el comando y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> afuera que rompió el cerco<br />

sobre El Davis.<br />

Emboscadas, contraemboscadas, asaltos y contra asaltos; enfrentamientos interminables en<br />

lomas <strong>de</strong>scubiertas, por horas que consumían a <strong>de</strong>stajo el tiempo que corre en el día.<br />

Insultos <strong>de</strong> un bando a otro; muertos y heridos en esa batalla sin cuartel. Uno <strong>de</strong> los asaltos<br />

que <strong>de</strong>jó más pérdidas en hombres, fue la toma el cuartel <strong>de</strong> la Escuela, en el cual operaba<br />

un <strong>de</strong>stacamento <strong>de</strong> los Loayza. Matando el polvo con el cuerpo para arrastrarse en el<br />

silencio, no dando blanco y en semicírculo <strong>de</strong>splazándose avanzaron los comunistas,<br />

comandados por Arrayanales y Joselito. El cuartel fortificado en contorno, los huecos<br />

cubrían a sus <strong>de</strong>fensores hasta el pecho, <strong>de</strong>jándoles plena libertad para accionar sus armas.<br />

A las cuatro <strong>de</strong> la mañana ya <strong>de</strong>spuntando el día, cesó el silencio al comenzar el combate;<br />

los liberales cubiertos posando el mentón sobre la tierra, los <strong>de</strong>dos engatillados, los ojos<br />

crispados; avanzan los comunes, culebras silenciosas y la madrugada <strong>de</strong>jó la tranquilidad<br />

para cubrirse <strong>de</strong> espanto por la gritería: “Avancen comunes hijueputas”, “Ya vamos limpios<br />

mal nacidos”. “Los esperamos para darles por el culo…”, “Eso lo veremos cuando estemos<br />

<strong>de</strong> frente, bocones malparidos…”, los <strong>de</strong>stellos <strong>de</strong> los disparos, fugaces luces <strong>de</strong> bengalas;<br />

los ojos irradiando el más infecundo <strong>de</strong> los odios y los fusiles como la continuación <strong>de</strong>l<br />

cuerpo <strong>de</strong> los hombres. Los comunes en su avance copan las trincheras y en las trincheras<br />

se combate cuerpo a cuerpo, nudos humanos que afanosamente buscan el cuchillo para<br />

hundirlo en la carne, que blan<strong>de</strong>n el machete para <strong>de</strong>sgarrar el hombro <strong>de</strong>l contrario, que<br />

disparan a quemarropa para abrirle cause a la sangre, a mordiscos para <strong>de</strong>sfigurar los<br />

rostros, sin cesar en una intensa búsqueda <strong>de</strong> la muerte. Al comienzo <strong>de</strong>l combate cayó <strong>de</strong><br />

muerte el sargento Camargo, hermano <strong>de</strong> Joselito, comandante <strong>de</strong> los comunes, por el<br />

fragor <strong>de</strong> la lucha él no conoció al momento la noticia, al llegarle la infausta razón, en el<br />

dolor y en la indignación, sin pensar ni doblegar la calentura <strong>de</strong> sus impulsos corrió como<br />

un potro <strong>de</strong>sbocado, ciego, disparando y en esa estremecedora carrera contra la muerte,<br />

Joselito que tanto la había esquivado con sabiduría y frialdad, consiguió la suya. La muerte<br />

<strong>de</strong> los dos <strong>de</strong>senca<strong>de</strong>nó el odio empotrado <strong>de</strong> los comunes y arreciaron con más violencia<br />

contra los liberales limpios; el que daba blanco era hombre muerto, el que caía en las<br />

trincheras se <strong>de</strong>sangraba sin auxilio, al que encontraban agonizando se le remataba. Nada<br />

<strong>de</strong> compasiones. A las dos <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong> fue copado el cuartel. A dos guerrilleros comunes se<br />

les <strong>de</strong>spierta el hambre, entran a la cocina <strong>de</strong>l cartel y al encontrar una olla con fríjoles se lo<br />

comieron ávidamente, en pocos minutos se retorcían por el veneno. En un terreno plano con<br />

pequeños pliegues, quedaron los cuerpos inertes a la intemperie, sopló el viento y el polvo<br />

fue cubriendo sus rostros hasta enterrarlos al caer la tar<strong>de</strong>. Al retirarse la guerrilla<br />

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