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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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árboles y la maleza; cualquier pepa, cualquier tubérculo o fresas silvestres saciaban la<br />

ansiedad <strong>de</strong> los estómagos. Y luego la marcha avanzaba bajo el impulso <strong>de</strong> quienes querían<br />

<strong>de</strong>vorar distancia sin tener las fuerzas suficientes en los dientes. Pero llegaron con los ojos<br />

ya viendo por la nuca; llegaron y se abrió para ellos el nuevo y alborozado calor humano<br />

que <strong>de</strong>s<strong>de</strong> muchos días atrás los esperaba en El Davis.<br />

Dejaron <strong>de</strong> camino el olor <strong>de</strong> gente enmontada, trashumante, <strong>de</strong> muda fija vuelto piel sin<br />

poros, costra <strong>de</strong> barro y sudor, piel y driles ya cueros por el uso; <strong>de</strong>jaron en ese lento<br />

trajinar el olor que se lleva a las espaldas en las mochilas, costras mantecosas, harina<br />

fermentada, creolina y perfumes baratos, pedazos <strong>de</strong> carne asada, sebos y bolsas <strong>de</strong><br />

alcanfor, exhalaciones <strong>de</strong> prendas <strong>de</strong> cobre y revestimientos <strong>de</strong> espermas y ataditos <strong>de</strong><br />

monedas y billetes bien guardados en los bolsillos; <strong>de</strong>jaron en ese angustioso transcurrir las<br />

emanaciones <strong>de</strong> hombres con calzoncillos puestos por seis meses y <strong>de</strong> mujeres con senos<br />

amordazados en brasieres sin quitárselos en seis meses, y <strong>de</strong> los niños con sombreros<br />

grasientos por el uso <strong>de</strong> tres años; <strong>de</strong>jaron el sudor en la humedad creciente en las caletas<br />

que se <strong>de</strong>sploman al poco tiempo en sus cimientos y se revientan en sus enreda<strong>de</strong>ras, ya<br />

invadidas por el musgo y la larva, ro<strong>de</strong>adas por la feti<strong>de</strong>z <strong>de</strong> culebras muertas, ratones <strong>de</strong><br />

monte, sapos y hongos ensombrerados y la mierda que abona la tierra en los caga<strong>de</strong>ros<br />

improvisados, invadidos por las moscas ver<strong>de</strong>s y negras; <strong>de</strong>jaron a las espaldas los fogones<br />

dormidos entre la ceniza, los cueros <strong>de</strong> los micos ya engusanados, los calzones a medio<br />

enterrar, las cáscaras <strong>de</strong> plátano y el plumerío <strong>de</strong> las aves que se cazaron <strong>de</strong> camino y las<br />

colillas <strong>de</strong> los cigarrillos y los pueblos <strong>de</strong> los tabacos y las sábanas rotas a tiros por el<br />

tiempo y el pasto quicuyo que sirvió <strong>de</strong> tendido, ahora refugio <strong>de</strong> alimañas; “<strong>de</strong>jamos el<br />

olor en la trocha como si fuera una nube estacionada en la tierra”, recuerda Jaime Guaracas<br />

a sus trece años y medio. “El olor <strong>de</strong> uno, el olor <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más...”.<br />

“El Davis, tierras en que se siembra la vida y crece...”<br />

Con la llegada <strong>de</strong> la Marcha <strong>de</strong> San Miguel, con el objeto <strong>de</strong> reforzar el comando, El Davis<br />

se convirtió en un pueblo <strong>de</strong> cuatro o cinco mil almas, situado sobre la meseta <strong>de</strong> la antigua<br />

finca conocida por su nombre. Parecía un pueblo porque hasta calles bien trazadas tenía: el<br />

cálete río entechado en palma seca ro<strong>de</strong>aba la plaza <strong>de</strong> armas, don<strong>de</strong> se hacían las<br />

relaciones <strong>de</strong>l comando diariamente y, cerca <strong>de</strong> la placita estaba la casa gran<strong>de</strong> en que se<br />

reunía el frente <strong>de</strong>mocrático y, a la par se ubican las caletas que servían <strong>de</strong> sitio para las<br />

reuniones <strong>de</strong> los sucres y el batallón femenino. “Dos ríos abrazaban a El Davis, el uno el<br />

Cambrín y el otro llamado Anamichú; dos ríos <strong>de</strong> fuerza en sus corrientes que nacen en la<br />

Cordillera Central y sus largos cuerpos se juntan un poco más arriba <strong>de</strong> Santiago Pérez y El<br />

Ataco, luego las aguas buscan <strong>de</strong>stino en las curvas hasta el plan que duerme acostado. <strong>Las</strong><br />

tierras <strong>de</strong> El Davis son tierras <strong>de</strong> café, <strong>de</strong> plátanos, <strong>de</strong> yuca y <strong>de</strong> caña, <strong>de</strong> cacao, incluso por<br />

las vegas <strong>de</strong>l Saldaña -corre no alebrestado el río Saldaña y mucho más allá se encuentra<br />

con los otros dos ríos, el Cambrín y el Anamichú-; se da el arroz más abajo y en las partes<br />

altas <strong>de</strong> El Davis se producen legumbres, maíz, fríjol, repollo, remolacha y la zanahoria;<br />

tierras en que usted siembra la vida y crece la vida y crece la sombra <strong>de</strong>l hombre; tierras<br />

sanas y buenas <strong>de</strong> mucha fertilidad, lo que siembre crece, menos lo estéril que no levanta<br />

cabeza, se enmaleza. El Davis tiene salidas para Rioblanco, para Santiago Pérez y El Ataco,<br />

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