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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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Cordillera y ocupar un sitio conocido como la Hacienda, un aserrío <strong>de</strong> propiedad <strong>de</strong> Gabriel<br />

Gualteros y <strong>de</strong> su socio, el Cabezón, ellos tenían vivienda y trabajadores. La pequeña tropa<br />

ocupó el cañón <strong>de</strong>l río San Miguel, especialmente en los lugares <strong>de</strong> abastecimiento <strong>de</strong> la<br />

economía, y en esos solitarios parajes se libran unos catorce pequeños combates. Se<br />

buscaba la comida, las legumbres, la yuca, las arracachas, el maíz, el fríjol, y el personal se<br />

<strong>de</strong>splazaba en la noche para llegar y tomar posiciones <strong>de</strong>fensivas en torno a las rozas, en los<br />

cultivos <strong>de</strong> maíz. Des<strong>de</strong> el amanecer, los unos recogiendo el maíz, mientras los otros<br />

combatían con la tropa, para que no alcanzaran a copar el sitio <strong>de</strong> las rozas. Recoger el<br />

maíz, llevarlo al monte, <strong>de</strong>sgranarlo, echarlo en costales y avanzar sobre las trochas que se<br />

dirigían a la selva. La guerra por la economía. La única que hacia posible organizar la<br />

resistencia por más tiempo en la zona.<br />

Parte <strong>de</strong> la población civil no salió <strong>de</strong> la región cuando se le dio la or<strong>de</strong>n <strong>de</strong> evacuar,<br />

porque muchos creyeron que la guerra no se alargaría en el tiempo, creyeron que sería una<br />

operación <strong>de</strong> menos <strong>de</strong> tres semanas. La población civil estaba acompañando al grupo<br />

armado y comenzó a trasladar el acopio <strong>de</strong> la economía; cargaba y cargaba a la espalda<br />

hacia el centro <strong>de</strong> la selva, en busca <strong>de</strong>l cañón <strong>de</strong>l río San Miguel, para llegar mucho más<br />

arriba <strong>de</strong> la montaña, hasta los nuevos almacenamientos. Se combatía mientras se cogía el<br />

maíz, se retiraban los hombres cargando, se combatía, <strong>de</strong>scansaban los hombres que<br />

avanzaban cargando la economía, en la retaguardia se seguía combatiendo, los hombres que<br />

cargaban dormían cualquier noche, en la retaguardia se seguía combatiendo, se levantaban<br />

los hombres para seguir cargando la economía al lomo <strong>de</strong> sus espaldas, y la pequeña tropa<br />

con su esfuerzo <strong>de</strong> fuego mantenía su posición, y los hombres que cargaban continuaban su<br />

camino, llevando al hombro cientos <strong>de</strong> bultos <strong>de</strong> maíz, y la pequeña tropa agazapada<br />

esperando esa noche con las armas <strong>de</strong>saseguradas, esperando la madrugada para que la<br />

tropa no avanzara. Transcurridos veinte días más o menos <strong>de</strong>fendiendo los comi<strong>de</strong>a<strong>de</strong>ros y<br />

el traslado <strong>de</strong> los acopios a sus sitios <strong>de</strong> almacenamiento. “Luego nos retiramos porque<br />

había que <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la economía que estaba situada selva a<strong>de</strong>ntro”, recuerda Jacobo. Se<br />

tomaron nuevas medidas. Ya el ejército avanzaba con cuidado en sus movimientos, en<br />

disposición <strong>de</strong> <strong>de</strong>splegarse ante cualquier ataque nuestro. Nosotros tratábamos <strong>de</strong> <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r<br />

simplemente la recogida <strong>de</strong>l maíz. Ocurren siete nuevos combates en ese trasegar <strong>de</strong> la<br />

<strong>de</strong>fensa <strong>de</strong> la economía”.<br />

Cerca <strong>de</strong> sesenta familias hicieron sus caletas bien a<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> la montaña, como un refugio<br />

seguro para sus vidas. Lo hicieron porque querían preservar su existencia, ante cualquier<br />

avance <strong>de</strong> las tropas; se metieron a una hora y media <strong>de</strong>l sitio <strong>de</strong> La Hacienda, en las<br />

cabeceras <strong>de</strong>l Río San Miguel. “Nosotros nos quedamos en nuestro pequeño cuartel en La<br />

Hacienda...”, recuerda Jacobo. Un día recibieron la visita <strong>de</strong> familiares <strong>de</strong> los combatientes,<br />

ansiosos por conocer <strong>de</strong> su situación; les llevaron cigarrillos, dulces, tabacos, pilas. Fue una<br />

noche <strong>de</strong> reconstrucción <strong>de</strong> muchas historias, fue una noche en que se pensó en el futuro <strong>de</strong><br />

todos, una noche en que se trató <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir las nuevas incógnitas al día siguiente.<br />

Transcurrieron las horas ese día y al caer el sol <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, marcharon. “En el grupo entró<br />

seguramente un agente <strong>de</strong> información <strong>de</strong>l ejército, piensa Jacobo, porque luego unió cabos<br />

<strong>de</strong> muchos datos, y ese informe dio la ubicación exacta <strong>de</strong>l sitio don<strong>de</strong> estábamos...”. Tres<br />

días <strong>de</strong>spués aparecieron los aviones en el cielo, hicieron arabescos y en línea, uno tras<br />

otro, empicados como con furia, ametrallaron La Hacienda en un ataque tremendo,<br />

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