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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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abandonaba mi chacra <strong>de</strong>jaría en ella los huesos. Me dio miedo y no tuve más remedio que<br />

<strong>de</strong>socuparles...”.<br />

Dijo otro hombre: “Un día martes, tuve que ayudar a cargar unas cuadras 4 cadáveres que<br />

llevan en barbacoas para El Dovio, <strong>de</strong> gentes que habían matado los días anteriores. En<br />

esa labor <strong>de</strong> cargar a los muertos me ayudó Mario Ruiz, Heriberto Otálvaro, José<br />

Domingo Delgado y otros. Luego me mandaron un papel en que me <strong>de</strong>cían que ahí me<br />

mandaban un carro para que me largara. Era un carro pintado con tinta roja...”.<br />

Carmen Rosa Castro <strong>de</strong> 45 años, dijo: “Soy una mujer pero me gustaban los vestidos rojos.<br />

Y todavía me gustan. Tenía este cinturón puesto, cuando llegaron unos hombres y me<br />

hicieron <strong>de</strong>stapar unas botellas <strong>de</strong> cervezas. Se las tomaron y me or<strong>de</strong>naron quitarme el<br />

traje, porque ese color les fastidiaba. Como es natural yo no lo hice. Entonces me<br />

tumbaron todo lo que tenía en la cantina, quebraron los vasos y regaron el contenido...”.<br />

Otro hombre dijo: “De pronto supe que volvían, cuando los sentí cerquita, me salí por la<br />

puerta y me fui para el monte. De allá salí para acá, y gracias a Dios ya estoy entre<br />

cristianos que por lo menos lo <strong>de</strong>jan vivir a uno sin amenazarlo todos los días. La tierrita<br />

la <strong>de</strong>jé sola y no pu<strong>de</strong> volver a darle ni una azadonada al maicito que ya está gran<strong>de</strong>...”.<br />

En certero editorial, Relator <strong>de</strong> Cali, analizaba el subfondo <strong>de</strong> la situación que se vivía en el<br />

norte <strong>de</strong>l Valle:<br />

“En nombre <strong>de</strong> la política se busca un oscuro chantaje, un negocio turbio y miserable:<br />

hostigar a alguien hasta que tenga que emigrar y <strong>de</strong>jar a los aprovechados el negocio <strong>de</strong><br />

toda su vida <strong>de</strong> lucha y <strong>de</strong> afanes. En esta clase <strong>de</strong> compraventas <strong>de</strong>sesperadas entran<br />

casas, fincas, todo cuanto constituye el patrimonio <strong>de</strong>l hombre <strong>de</strong> trabajo”.<br />

En Cali, entonces, confluyen los miedos que cargan como amuletos sobre la conciencia, los<br />

exiliados <strong>de</strong> la cordillera; lo único que los hace sentir que están vivos, aunque tiemblen <strong>de</strong><br />

pies a corazón y en sus cerebros acechen sombras que inva<strong>de</strong>n sin misericordia los eternos<br />

pasadizos <strong>de</strong> la imaginación. Miedo a que un cafeto en la noche sea un hombre agazapado;<br />

miedo a pensar en un disparo <strong>de</strong> revólver, cuando se escuchan los ruidos <strong>de</strong> los árboles<br />

pepeando en la madrugada; miedo a confundir con otras huellas, las huellas recientemente<br />

pisadas; miedo a cruzar palabra con el vecino que también ya <strong>de</strong>sconfía <strong>de</strong> el; miedo a que<br />

les señalen los ojos en el pueblo; miedo al crujir <strong>de</strong> las llamas apenas se levantan en el<br />

fogón; miedo a la inundación <strong>de</strong> la oscuridad; miedo a la lluvia que cae con benevolencia<br />

sobre el techo <strong>de</strong> cinc; miedo al escuchar el llanto lejano <strong>de</strong> un niño; miedo que al rasgar <strong>de</strong><br />

una guitarra entonando una canción restituya recuerdos perdidos; miedo a las voces que<br />

llegan a llamar en la noche en la puerta <strong>de</strong>l rancho; miedo a que pronuncien el nombre y el<br />

apellido a <strong>de</strong>shoras; miedo a per<strong>de</strong>r en un segundo muchos años <strong>de</strong> compañía <strong>de</strong> la familia;<br />

miedo <strong>de</strong> voltearse en la cama y no encontrar el calor <strong>de</strong> la mujer; miedo a que la sombra se<br />

disfrace <strong>de</strong> otro cuerpo; miedo a no volver a pisar la tierra y olvidar, porque el olvido es un<br />

alivio, que esa tierra un día le dio la cosecha; miedo a no atinar sobre el tronco con el<br />

hacha; miedo a per<strong>de</strong>r la vida sin el más mínimo gesto y un último grito <strong>de</strong> agonía; miedo a<br />

<strong>de</strong>jar <strong>de</strong> ser en otras distancias; en fin, miedo al miedo que <strong>de</strong>sgasta el sudor <strong>de</strong>l hombre y<br />

enceniza la riza.<br />

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