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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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compañera y el cuerpo pi<strong>de</strong> afanosamente el regreso que encuentra el mismo fuerte abrazo,<br />

el abrazo que uno no quiere <strong>de</strong>samarrar, el abrazo <strong>de</strong> la <strong>de</strong>spedida, el abrazo <strong>de</strong> una noche<br />

cualquiera. Pero ahora, no siempre se pue<strong>de</strong> andar junto al calor <strong>de</strong> la compañera, junto <strong>de</strong><br />

oídos para escuchar sus palabras... En el Sur <strong>de</strong>l Tolima no podían quedarse siendo<br />

compañeras nuestras. Nosotros sabíamos, no existía error en la apreciación, que muchos<br />

años no volveríamos a pisar estos territorios...”, pensó Marulanda al comenzar la marcha.<br />

Julio y agosto, dos meses mero<strong>de</strong>ando por los alre<strong>de</strong>dores <strong>de</strong> Planadas, presionados con<br />

insistencia por el enemigo aliado con los liberales limpios y “algunos <strong>de</strong> nuestros antiguos<br />

compañeros <strong>de</strong> El Davis, que nos obligaron a retirarnos hacia los lados <strong>de</strong> Gaitania”. Un<br />

mes en el <strong>de</strong>spiste, borrando trillo, haciendo los cruces cuidadosamente, no durmiendo en<br />

casas, durmiendo a la intemperie en rastrojos cubiertos, <strong>de</strong>ambulando, escurriéndose en<br />

jornadas planificadas; un mes en que aprovechan para adquirir municiones compradas a<br />

intermediarios <strong>de</strong>l ejército. Siguen huyendo a través <strong>de</strong>l territorio <strong>de</strong>l Huila; en la huída<br />

<strong>de</strong>scubren que la población está constantemente amenazada por los liberales limpios, la<br />

masa al contrario <strong>de</strong> darles apoyo en información, en comida y en baquianos, los <strong>de</strong>nuncian<br />

por el temor a per<strong>de</strong>r la vida si colaboran con ellos; la pacificación <strong>de</strong> Rojas Pinilla influye<br />

po<strong>de</strong>rosamente en la mente y en las actitu<strong>de</strong>s <strong>de</strong> la gente. Ellos son los “maleantes” que no<br />

atendieron la mano <strong>de</strong> la pacificación, los enemigos <strong>de</strong>l gobierno militar; son como un<br />

lastre social, hombres con quienes no se <strong>de</strong>be entablar diálogo alguno, rehuirlos,<br />

mantenerlos a una pru<strong>de</strong>nte distancia, porque se han convertido en una terrible enfermedad<br />

contagiosa. Nadie quiere verlos, los ven y les dan la espalda y tres o cuatro horas <strong>de</strong>spués,<br />

tienen a los talones, tropas combinadas con civiles armados. Enemigos entre los amigos,<br />

absolutamente <strong>de</strong>sconocidos entre los conocidos el cansancio no podía dormitarse en los<br />

viejos y establecidos encaleta<strong>de</strong>ros. “Uno sólo podía guarecerse <strong>de</strong> la lluvia cobijado en su<br />

propio olor, lo único que acompañaba al hombre toda su vida, uno sólo confiaba en las<br />

pisadas <strong>de</strong> sus propios hombres; se fue cerrando el cerco inclemente que nos acosaba, como<br />

si sólo existiera para los hombre el más crudo <strong>de</strong> los iviernos. Pero teníamos que romper si<br />

queríamos sobrevivir, la coyunda <strong>de</strong> nuestra piel y la respiración que ya comenzaba a<br />

producirnos un criminal ahogo...”. La rotunda necesidad <strong>de</strong> volver a entablar “la conversa<br />

con la población. Era lo vital...”.<br />

Entre las dos y las seis <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>, estaba Jaime Guaracas <strong>de</strong> guardia vigilando la ruta por<br />

seguir esa noche, viendo como alelado la lejanía <strong>de</strong> los picos <strong>de</strong> una Cordillera, un barco<br />

anclado entre las nubes -luego se enteraría que eran los picos <strong>de</strong> las Cordilleras <strong>de</strong> Bolívar-,<br />

pensando que el grupo se disponía a atacar esa región; imaginaba que la acción se haría en<br />

dos o tres días. Fue a visitarlo, como es normal que sucedan el puesto <strong>de</strong> guardia, el<br />

teniente Antonio, un viejo combatiente <strong>de</strong> El Davis, cargado como ninguno <strong>de</strong> bondad, y<br />

Jaime inquieto sin esperar el saludo, le preguntó al teniente Antonio: “Compañero ¿qué<br />

sitio vamos a atacar...?”. Antonio respondió, como viendo por los ojos <strong>de</strong> aquel muchacho<br />

la curiosidad por la lejanía <strong>de</strong> aquella Codillera: “Despreocúpese, que por ahora no<br />

pensamos en ataque alguno, si eso está pensando. Ahora, sólo tenemos los pies listos par la<br />

huida. El plan es y será <strong>de</strong> tiempo largo, cruzar tres Cordilleras más como aquella que está<br />

miando”. Jaime <strong>de</strong>seaba salir <strong>de</strong> la maraña <strong>de</strong> sus pensamientos. El teniente Antonio quería<br />

acabar con sus dudas, dándole palmadas cariñosas sobre el hombro izquierdo; le dijo: “Si<br />

está pensando en volver a El Davis, póngalo en entredicho. Ese no es el pensar, nuestra<br />

actual preocupación. La preocupación real, es que no sabemos cuál será la situación que<br />

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