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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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vibrar <strong>de</strong> cuerpo entero”; el baile irrumpía al son <strong>de</strong> los viejos porros como La Mucura y la<br />

Araña Pelúa, y él, en pleno goce <strong>de</strong> sus 17 años se <strong>de</strong>jaba ir en las nubes <strong>de</strong> las notas<br />

musicales, como queriendo explotar algún día <strong>de</strong> física alegría.<br />

“Ceilán, 9 <strong>de</strong> abril, yo sólo miraba…”<br />

Nada se oponía a sus ambiciones. Lo que vendría como futuro era el simple ascenso <strong>de</strong> una<br />

escalera con la facilidad que tenía Pedro Antonio Marín para los negocios. En el horizonte<br />

no aparecían sombras ocultas que fueran presagio <strong>de</strong> obstáculos ni temores. El norte <strong>de</strong>l<br />

Valle daba la impresión <strong>de</strong> ser una imagen ilesa <strong>de</strong> acontecimientos que pudieran<br />

perturbarla; era la imagen bucólica inmersa en lo cotidiano. Los colonos <strong>de</strong> comienzos <strong>de</strong><br />

este siglo, antiguos combatientes liberales <strong>de</strong> la Guerra <strong>de</strong> los Mil Días, que <strong>de</strong>jaron las<br />

armas y fueron dueños y gestores <strong>de</strong>l esfuerzo <strong>de</strong>scomunal <strong>de</strong> una colonización tardía, que<br />

venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el Cauca, que venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Antioquia y confluyó <strong>de</strong>scuajando las la<strong>de</strong>ras<br />

montañosas <strong>de</strong> la Cordillera Central y sembró a su paso cafetales; los colonos que durante<br />

cuatro décadas <strong>de</strong>safiaron a comerciantes, abogados, dueños <strong>de</strong> haciendas y compañías<br />

colonizadoras en arduos pleitos legales por el <strong>de</strong>recho a la posesión <strong>de</strong> tierras baldías; Los<br />

colonos que <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> fundar pueblos y pueblos, ahora junto a sus familias, sólo <strong>de</strong>seaban,<br />

revestidos con la impaciencia <strong>de</strong>tenida en el tiempo, hecha ya polvo, seguir viviendo. Eso<br />

querían. Quizá, vejez prematura. “Uno iba a la casa <strong>de</strong> un conservador y era igual como si<br />

llegara a la casa <strong>de</strong> un liberal o llegara a la casa <strong>de</strong> un familiar, ¿no? Nadie se extrañaba, no<br />

había diferencias. Por ejemplo, las hermanas <strong>de</strong> uno se casaban con un conservador, uno no<br />

lo notaba, no se enteraba <strong>de</strong> esa situación. O una conservadora se casaba con un hermano y<br />

uno no echaba <strong>de</strong> menos la diferencia, no le prestaba interés <strong>de</strong> que fuera liberal o el que<br />

fuera conservador. Esa diferencia vino como alud <strong>de</strong> tierra, <strong>de</strong>spués...”. La quietud social y<br />

ambiental se evaporaba en otros anuncios.<br />

En el puente <strong>de</strong> El Carmen, Pedro Antonio Marín le servía como ayudante <strong>de</strong> mayordomo<br />

en una <strong>de</strong> las fincas gana<strong>de</strong>ras, a su tío Ángel Marín. El confiaba en su sobrino a pesar <strong>de</strong><br />

su extremada juventud y <strong>de</strong> que tuviera en su finca a un contratista permanente y a muchos<br />

trabajadores. Pedro Antonio Marín <strong>de</strong>bía bajar semanalmente a Ceilán, tres o cuatro cargas<br />

<strong>de</strong> queso. Su compromiso. En el pueblo su tío Ángel, un fogoso y activísimo hombre,<br />

ejercía como político su jefatura natural en la vereda <strong>de</strong> Puerto Valle. “Salpicaba el tío<br />

nerviosismo cuando hablaba...”.<br />

Pedro Antonio Marín vigilaba que la limpieza <strong>de</strong> los pastos se hiciera en forma correcta:<br />

que la siembra <strong>de</strong>l maíz se realizara a<strong>de</strong>cuadamente; controlaba el arreglo <strong>de</strong> los daños en<br />

la casa, “una persona que está mirando con responsabilidad que los intereses <strong>de</strong> otra<br />

persona funcionen <strong>de</strong> acuerdo a los planes que tiene en la cabeza. Eso hacía con mi tío...”.<br />

Ese viernes en la mañana, sin alteraciones <strong>de</strong> ánimo llega al pueblo y <strong>de</strong>scarga la mulada en<br />

el centro <strong>de</strong> la plaza, va y entrega los quesos don<strong>de</strong> <strong>de</strong>bía hacerlo, va a la casa <strong>de</strong> su tío a<br />

informarle <strong>de</strong> cómo andaban las cosas en la finca; el tío aprueba la información con un<br />

gesto en los labios y lo <strong>de</strong>spi<strong>de</strong> <strong>de</strong> abrazo. Da una vuelta por el sitio don<strong>de</strong> están los<br />

negocios <strong>de</strong>l tío en el pueblo: un amplio local <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s blancas, adornadas con vitelas,<br />

reproducciones litográficas -princesas satisfechas, acostadas sobre el pasto fresco y<br />

ro<strong>de</strong>adas <strong>de</strong> perros finos y doncellas y asomándose por entre los arbustos, un joven príncipe<br />

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