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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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el impacto <strong>de</strong> la bala nuestra pegara en su cuerpo, se le viera mover la camisa <strong>de</strong> temblor <strong>de</strong><br />

muerte. Era su teoría. Siempre disparaba al enemigo cerquita, a ocho o diez metros <strong>de</strong><br />

distancia. Se atrincheraba y se atrincheraba <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> una ramita y ahí se quedaba quietecito<br />

a esperar al enemigo. En cualquier parte, el se atrincheraba y quedaba bien atrincherado,<br />

era como si el terreno, el rastrojo, la maleza, el tronco se amoldara a su cuerpo...”.<br />

Al quedarse Isaías Pardo y sus hombres, en la selva <strong>de</strong> Marquetalia, recordaba Jacobo,<br />

aconteció un extraño combate, cuando tropas <strong>de</strong>l ejército y guerrilla se encuentran en un<br />

antiguo abierto <strong>de</strong> cultivos, cubierto por la maleza y una especie <strong>de</strong> enreda<strong>de</strong>ra <strong>de</strong> bejucos<br />

cubriendo la tierra. “Yo estaba <strong>de</strong> quinto en la emboscada, yo me salí y recogí unas armas y<br />

faltaba una por echarle mano, entonces Isaías, dijo: ‘Ahí está’, me hizo señas al indicarme<br />

el sitio don<strong>de</strong> estaba el arma, y me or<strong>de</strong>nó que la recogiera. Yo voltié la mirada y así, a la<br />

vuelta <strong>de</strong>l cuello, estaba el militar apuntándome, yo brinqué y me le monté encima, pero el<br />

tipo seguía sanito en su respiración... Yo le caí encima, le martillé tres veces la metralleta y<br />

no me cargó, tenía muy poquito parque, no cargaba...”. Joselo salta el camino y cae en los<br />

brazos <strong>de</strong>l soldado, y “el tipo <strong>de</strong> una vez me aprisionó el cuello, yo tuve que hacer lo<br />

mismo”, era un hombre gran<strong>de</strong> y fuerte, “y como yo le había oído la or<strong>de</strong>n a Jacobo Arenas<br />

<strong>de</strong> que había que capturar vivo a un soldado, para hacerle alguna inteligencia, para hacerle<br />

algunas preguntas, teniendo en cuenta esa consigna, me afiancé en el po<strong>de</strong>r <strong>de</strong> mi fuerza, yo<br />

no tenía ni peinilla, ni nada...”, el hombre le agarró las piernas a Joselo, “para levantarme<br />

en alto y yo no me <strong>de</strong>jé levantar...”, Joselo le tomó la bandolera, el hombre mordió con<br />

furia la quijada <strong>de</strong> Joselo, “yo lo agarré por sus brazos para quitarme sus dientes <strong>de</strong> mi<br />

quijada, y seguimos abrazados, en abrazo <strong>de</strong> oso, dando vueltas por un cantón abajo, por<br />

entre un bejucal...”, la metralleta se le enredó a Joselo en el raicero, Joselo le pedía al<br />

hombre que se entregara, que ya estaba fuera <strong>de</strong> combate, el hombre como respuesta se<br />

levanta y le lanza una patada a Joselo a los testículos, Joselo agarra sus bostas en el aire, “el<br />

hombre le contestaba mal, trató <strong>de</strong> meterle los <strong>de</strong>dos en los ojos, volvió a agarrarme el<br />

cuello, me rompió la camisa...” y siguieron dando vueltas como cincuenta metros más,<br />

cuesta abajo, “y no cesaba en sus intenciones <strong>de</strong> meterme máquina en la lucha cuerpo a<br />

cuerpo, a cogerme <strong>de</strong> las guevas, a buscarme el dolor en el cuerpo para que lo <strong>de</strong>jara libre,<br />

pero”, Joselo le respondió con algunos lances <strong>de</strong> <strong>de</strong>fensa personal, “yo no me <strong>de</strong>jé, y<br />

seguíamos dando vueltas, nos chocamos contra un palo grueso, yo quedé encima <strong>de</strong>l<br />

hombre que resultó ser un oficial <strong>de</strong>l ejército, él quedó atolondrado, y en ese momento,<br />

“Joselo recuerda que llevaba un revólver al cinto”, aquí en la correa y ahí mismo, cuando<br />

tuve tiempo <strong>de</strong> pararme, lo quemé, le pegué un tiro en la cabeza..., y el hombre se murió,<br />

porque qué más podía hacer, se lo pegué en la sien, <strong>de</strong> una vez...”.<br />

Tal vez el talón <strong>de</strong> Aquiles <strong>de</strong> Isaías Pardo es que no sentía miedo, él no le tenía miedo al<br />

miedo, no era un hombre que se <strong>de</strong>jara cubrir el rostro por el miedo. En el combate se<br />

volvía un hombre efusivo, cierto, pensaba Jacobo, la guerra era su medio natural, a corta<br />

distancia. Su valor no sólo tenía límites con la muerte, le gustaba verla <strong>de</strong> cerca. No está<br />

suficientemente claro cómo sucedieron las cosas, cómo murió Isaías en el combate, piensa<br />

Jacobo. De todas maneras Isaías apareció muerto, los compañeros no pudieron recuperar su<br />

vida, no pudieron recuperar su cuerpo para enterrarlo. La historia que se cuenta <strong>de</strong> ese<br />

momento <strong>de</strong> su agonía, es que los soldados querían aproximarse a él, pero <strong>de</strong>sistieron,<br />

porque tenía suficientes granadas, suficiente parque, él no permitía que se le acercaran. Se<br />

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