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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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histórica, la guerrilla. Rescatar la astucia <strong>de</strong> hombres escurridizos, su olfato para <strong>de</strong>tectar a<br />

distancias los olores que impregnan el cuerpo y la ropa <strong>de</strong>l enemigo, la agilidad para huir a<br />

tiempo, para escon<strong>de</strong>rse a tiempo, para atacar en el tiempo preciso; rescatar la psicología<br />

<strong>de</strong>l hombre acosado, los reflejos <strong>de</strong> un montaraz que simplemente <strong>de</strong>vota distancias, su<br />

sudor, su respiración, sus ojos que lo ven todo a la redonda, su pensar para <strong>de</strong>cidir en el<br />

momento supremo en que la vida es apenas un segundo <strong>de</strong> respiro, <strong>de</strong>cidir sin<br />

arrepentimientos prematuros; rescatar su conocimiento y dominio <strong>de</strong> la naturaleza, sus<br />

abrigos, diferenciando los más mínimos ruidos. Era el inicio, lo discutían, no se acaloraban,<br />

la paciencia los equilibraba. Ellos traían consigo algunas experiencias. <strong>Las</strong> acciones <strong>de</strong><br />

Pedro Antonio Marín y sus primos en el Quindío; las escaramuzas realizadas por el viejo<br />

Gerardo y sus hijos en el Sur <strong>de</strong>l Tolima.<br />

El escenario sería el mismo, el entrecruce <strong>de</strong> caminos, las bocas <strong>de</strong> monte, las enmalezadas<br />

trochas centenarias, el paso o la búsqueda <strong>de</strong> pasos a<strong>de</strong>cuados por los mismos ríos. El<br />

Tolima, una geografía con una historia <strong>de</strong> guerrillas. El Tolima epicentro <strong>de</strong> conflictos<br />

agrarios, entrada y salida hacia la cordillera; la cordillera indispensable camino hacia<br />

Caldas, el Valle, Huila, el Cauca, llegada <strong>de</strong> un inmenso río humano que caminó sus aguas<br />

con la colonización antioqueña. El Tolima, Ceiba madre. Ahora ellos, los Loayza y los<br />

Marín, tendrían que trajinar por sus explanadas <strong>de</strong> calor infernal, ese calor vertical que ha<br />

tostado la piel <strong>de</strong> los hombres.<br />

La luz <strong>de</strong> la luna los alumbraba, mientras ellos discutían esas posibilida<strong>de</strong>s. Pero las<br />

discutían sin tener a las espaldas la sombra o las ór<strong>de</strong>nes <strong>de</strong> los caudillos o los jefes<br />

políticos tradicionales. Los que siempre convocaron al país para dirimir los conflictos<br />

sociales y políticos por la violencia, por la guerra. La or<strong>de</strong>n por costumbre venía <strong>de</strong>s<strong>de</strong><br />

arriba, escrita y firmada en proclamas incendiarias. Emanaban <strong>de</strong> los jefes <strong>de</strong> uno y otro<br />

partido político. Ahora esa iniciativa salía por boca <strong>de</strong> los <strong>de</strong> abajo, por hombres que no<br />

tenían el tiempo suficiente para esperar a que vinieran los dirigentes <strong>de</strong> Bogotá, como lo<br />

hicieron en otros tiempos, en otras guerras, para asumir el mando como terratenientespolíticos-generales,<br />

con afianzados sueños <strong>de</strong> gloria guerrera. Ahora lo discutían ellos,<br />

hombres <strong>de</strong> trabajo en la tierra, colonos y pequeños propietarios, lo discutían con sus<br />

palabras. Sus dirigentes seguían en la ciudad metidos como suelen hacerlo, en or<strong>de</strong>n legal<br />

<strong>de</strong>l papeleo burocrático, coraza digna para los tiempos <strong>de</strong> paz. Solitarios en una<br />

conversación que ya tenía una puerta abierta. Reinventarían lo ya inventado, <strong>de</strong>senterrarían<br />

los viejos y mohosos grases, afilarían las lanzas; transitarían por antiguas trochas, cortando<br />

a machete la maleza crecida. En esa conversación <strong>de</strong> hombres elementales en su sabiduría,<br />

así como en conversaciones en otros lugares <strong>de</strong>l país, comenzaría la historia <strong>de</strong> las<br />

guerrillas en los años cincuenta.<br />

“En la conversación con los Loayza, ya <strong>de</strong> los primos no estábamos sino Alfonso y yo; los<br />

otros primos se quedaron dispersos en el camino, no llegaron al Sur <strong>de</strong>l Tolima.<br />

Seguramente encontraron ambiente propicio en regiones calmadas y se aquietaron,<br />

organizados familiarmente...”.<br />

Cerca <strong>de</strong> Génova, entre los cafetales, una noche <strong>de</strong>cidieron viajar hacia el Sur <strong>de</strong>l Tolima.<br />

Lo hicieron en pequeños grupos <strong>de</strong> tres o cuatro hombres para <strong>de</strong>splazarse con mayor<br />

facilidad y en secreto encontrarse en El Cambrín, más exactamente en La Ocasión, “sitio<br />

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