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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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caballo. Nosotros caminamos, luego corremos a su encuentro. Es Laurentino Perdomo,<br />

dirigente agrario <strong>de</strong> Río Chiquito. Él se bajó <strong>de</strong>l caballo y mostró sus dientes <strong>de</strong> indígena y<br />

le dijo a Nicolás que se encargaría <strong>de</strong> sacarnos hasta Belalcázar. Nos abrazamos a la<br />

corpulencia <strong>de</strong> Nicolás, con <strong>de</strong>seos <strong>de</strong> volverlo a ver algún día. Él dio la vuelta y comenzó<br />

a subir <strong>de</strong>spacio hacia la culebra <strong>de</strong> la nieve eterna, sin dársele nada. Esa noche dormimos<br />

en casa <strong>de</strong> Laurentino. Su madre, una anciana <strong>de</strong> setenta años nos dijo que tendríamos que<br />

madrugar, que ella nos llevaría hasta la carretera.<br />

Al montarnos en el bus, recapitulé esos quince días. Miré a Omar, su rostro chapeado por<br />

el frío <strong>de</strong> Bogotá, un año <strong>de</strong>spués moriría en un absurdo acci<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> aviación entre Pekín<br />

y Moscú. Recordé a Nicolás, él moriría en otro absurdo acci<strong>de</strong>nte cuando la Operación<br />

Marquetalia. Se echó al hombro más <strong>de</strong> cuatro arrobas <strong>de</strong> maíz, corría y se enredó en unos<br />

bejucos y se <strong>de</strong>snucó. Miré por la ventanilla <strong>de</strong>l bus y tuve un pálpito. Entonces penetré en<br />

ese inmenso cacho <strong>de</strong> que nos hablara Marulanda y <strong>de</strong>scifré el sonido <strong>de</strong> las voces que allí<br />

se encontraban agolpadas. Hablé con ellas y las páginas en blanco fueron escribiéndose.<br />

Aspiro a que en el fondo <strong>de</strong>l cacho no se haya quedado una voz perdida. Claro que sí, no<br />

voy a negarlo, aún sigo escuchando la carcajada <strong>de</strong> Marulanda. En la guerra los hombres<br />

también tienen tiempo para reírse.<br />

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