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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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una visita familiar, que sin darnos ór<strong>de</strong>nes, se entró a la casa, y seguramente por la emoción<br />

se olvidó soltarnos para que nos fuéramos para la casa. En la tar<strong>de</strong> cayó la tempestad y nos<br />

tocó a nosotros sacar el agua <strong>de</strong> los salones. A Jacobo se le olvidó <strong>de</strong>cirles a los niños,<br />

inventar en qué sitio habían almorzado. Los niños en sus casas apaciguaron la preocupación<br />

<strong>de</strong> sus padres, por una situación que ya aparecía como tragedia. Los padres habían ido a la<br />

escuela. La profesora estaba aterrada sin po<strong>de</strong>r dar explicación lógica. “A la mañana<br />

siguiente, yo me curé en salud, no fui al colegio; mis hermanas me contaron la historia: un<br />

niño llamado Pablo, contó lo sucedido. “Es que el niño Jacobo, cuando usted nos soltó,<br />

profesora...”. Lo dijo todo. La profesora dirigiéndose a los padres: Lo que dijo el niño<br />

Pablo, aclara quién fue el culpable...El niño Jacobo es un bandido, el tramó el enredo...Le<br />

dijo a mi padre: Se fija usted, que su niño es un niño malo...Antes, gracias a Dios, no se<br />

ahogaron los niños...”.<br />

Jacobo se escapó hacia las afueras <strong>de</strong> la ciudad, metiéndose a un monte don<strong>de</strong> había<br />

muchos piñales y árboles <strong>de</strong> frutas, esa noche durmió en el monte, por el susto, olvidó el<br />

frío. En la mañana sintió que alguien estaba silbando, al ponerse al <strong>de</strong>scubierto vio a su<br />

madre que le llevaba el <strong>de</strong>sayuno, envuelto en un trapito blanco. Después <strong>de</strong> <strong>de</strong>sayunar, su<br />

madre le dijo: “Quédate por aquí, porque tu padre está furioso, tremendamente furioso.<br />

Todos los padres te están echando la culpa por lo sucedido. El dice que ha quedado muy<br />

mal ante ellos, por tus fechorías. Que su hijo no tiene ninguna educación, eso están<br />

diciendo...”. Su madre muy acongojada trataba <strong>de</strong> apaciguar al padre; esa noche le dijo,<br />

buscándole la bondad que siempre lo había acompañado en su espíritu cristiano: “Usted no<br />

pue<strong>de</strong> pegarle al muchacho. El anda escondido en el monte, arrepentido y no hace sino<br />

llorar. Nadie sabe qué pasará con él...” El padre preguntó: ¿Por qué no ha venido a casa?<br />

“Hoy vino a llevarse la ropa, dijo que se metería a la selva...”. El padre se reblan<strong>de</strong>ció y le<br />

dijo: “Dile que venga, que no le voy a hacer nada...”. Jacobo, muy orondo, alegre regresó a<br />

la casa.<br />

“Yo vine a apren<strong>de</strong>r a leer y a escribir y a enten<strong>de</strong>r bien las cosas, fue cuando estuve en el<br />

ejército, lo hice prácticamente adulto, a los 16 años. Yo le había dicho a mi padre, voy a<br />

cambiar, <strong>de</strong>jaré las malda<strong>de</strong>s, no volveré a pelear, pero, para cambiar no puedo regresar a la<br />

escuela. Mi rebeldía era contra la escuela, no aguantaba la disciplina <strong>de</strong> tener que escuchar<br />

a alguien dando lecciones. El dijo, entonces no vuelvas. Después cuando pasaba por la<br />

escuela, la profesora Carolina Alonso, muy tierna, <strong>de</strong> buenas maneras, me llamaba, me<br />

insistía acosada por su espíritu pedagógico: “Venga niño Jacobo, ¿por qué no vuelve a la<br />

escuela, cómo se encuentra...? Ese día le respondí, no vuelvo a la escuela, porque usted es<br />

la responsable <strong>de</strong> todas mis tragedias, usted no me compren<strong>de</strong>, y no vuelvo más a su<br />

escuela, adiós profesora...Se quedó paralizada <strong>de</strong> estupor por mi respuesta, incluso <strong>de</strong>jó<br />

caer el cua<strong>de</strong>rno que tenía en las manos. Eso fue trágico, porque en cualquier escuela<br />

ocurrían las <strong>de</strong>sgracias, no dominaba mis <strong>de</strong>sgracias, me perseguían, tenía que hacer algo<br />

que fuera contra las normas disciplinarias, como un impulso <strong>de</strong>moníaco. No podía<br />

aguantarme, salía la maldad <strong>de</strong> mi interior, la actitud <strong>de</strong>sobligante. Estaba en una escuela<br />

un mes, en otra mes y medio, en otra dos meses y así, se fue pasando mi edad <strong>de</strong> estar en la<br />

escuela...”.<br />

“Yo pagué mi servicio militar cuando tenía 16 años, le dijo Jacobo a Carlos Alberto; se veía<br />

emocionado al contar las remembranzas <strong>de</strong> su vida en el cuartel. Lo cogieron en una<br />

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