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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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mo<strong>de</strong>lando el ejemplo a seguir, el eterno ejemplo paterno, guía insustituible. “Mi padre se<br />

llamaba Basilio Humberto Morantes Oviedo, un hombre <strong>de</strong>scomplicado pero serio, católico<br />

practicante; yo lo veía siempre leyendo la Biblia, recitaba trozos completos <strong>de</strong> pasajes<br />

bíblicos, se la pasaba citando en forma <strong>de</strong> parábola, las historias <strong>de</strong> los personajes <strong>de</strong> la<br />

Biblia, muy ocupado en los problemas <strong>de</strong> sus negocios como comisionista en cuestiones <strong>de</strong><br />

finca raíz, era un oyente reposado y meditabundo <strong>de</strong> los sermones en Semana Santa,<br />

particularmente, el Sermón <strong>de</strong> las Siete Palabras, que recibía como bálsamo espiritual. Pero,<br />

también se daba ciertas liberta<strong>de</strong>s, sin ser un libertino empe<strong>de</strong>rnido, con su ancestro un<br />

poco español, por lo <strong>de</strong> Oviedo. Mi madre, Ana Rosa Jaimes Zabala, su propio nombre. Me<br />

parezco enormemente a ella. Era una mujer sumamente seria, sumamente bondadosa, con<br />

ella no se podía jugar. Decía una cosa y había que hacerla, si no se hacía, se disgustaba con<br />

la persona. Fue una mujer mártir, porque tenía problemas con la comida. Ese ha sido mi<br />

gran problema. A ella no le gustaba la comida que hacían los <strong>de</strong>más, tenía que hacerla ella<br />

misma, prepararla bajo su cuidado. Y cuando cocinaba me daba <strong>de</strong> su comida, no a todos,<br />

me prefería a mí. No soportaba ver a una persona con las uñas sucias, eso era un horror.<br />

Con esas manos sucias para hacer la comida y uno tener que comerse el mugre <strong>de</strong> otra<br />

persona, no. Era una mártir porque no podía comer gallina, no comía huevos porque eran<br />

huevos <strong>de</strong> gallina sucia, no comía carne <strong>de</strong> cerdo, porque el cerdo es sucio. Comía carne <strong>de</strong><br />

res, pero no la carne <strong>de</strong> res en su conjunto, tenía que ser un corte <strong>de</strong> carne especial, que a<br />

ella le pareciera lindo, con lindo olor. Se alimentaba con carne <strong>de</strong> cor<strong>de</strong>ro, carne <strong>de</strong> oveja.<br />

Pero, en lo esencial, comía pan y chocolate, por eso yo como tanto pan negro; mi madre<br />

comía mucho pan negro...Por línea materna, yo salí así, por eso soy también un mártir con<br />

la comida. Era una mujer <strong>de</strong> maravilla, se disgustaba con alguien, pero no se ponía<br />

irascible, no reaccionaba brutalmente como suele hacerlo la gente. Una mujer apacible...”.<br />

Se reía con canas Jacobo, como queriendo que su risa a<strong>de</strong>lantara la velocidad <strong>de</strong>l bus, que<br />

irrumpía en la carretera como un toro en libertad. Reía con risa nerviosa al tallar con su<br />

imaginación, en un tronco <strong>de</strong> árbol joven, multiplicado en sus raíces, los memorables<br />

momentos <strong>de</strong> su niñez. El embrujo <strong>de</strong> volver a ser un niño, por el encanto mágico <strong>de</strong> las<br />

palabras. “Pero el carácter mío viene <strong>de</strong> una influencia directa <strong>de</strong>l tío Juan, un hombre más<br />

o menos <strong>de</strong> mediana estatura, sumamente fuerte, musculado, <strong>de</strong> ojos gran<strong>de</strong>s sin ser<br />

saltones; no usaba sombrero, pero tenía un mechón que le caía sobre la ceja <strong>de</strong>recha, las<br />

mujeres lo perseguían por su porte agradable...”. Un maestro en muchas cosas, proyectaba<br />

con facilidad una canoa para navegar en ella; proyectaba con exactitud un camino, hablaba<br />

y más que hablar escuchaba a la gente. “Por eso yo hago cosas con las manos, así fui<br />

creciendo hasta llegar a hombre. Mi tío Juan fue mi gran amigo, y con él andaba por don<strong>de</strong><br />

iba, yo era como una sombrita para él, haciendo caucheras, matando pájaros, <strong>de</strong>scubriendo<br />

nidos, disecando pájaros; todos los días acompañaba a mi tío Juan, porque cada día con él<br />

tenía la posibilidad <strong>de</strong> <strong>de</strong>scubrir algo nuevo, abriendo los ojos espontáneamente al asombro,<br />

en un pueblo gran<strong>de</strong> llamado Bucaramanga, un pueblo que no tenía carreteras, que no tenía<br />

aeropuerto, que no tenía ferrocarril, un pueblo gran<strong>de</strong> que todo le llegaba por carga. Yo vi<br />

la cultura andando en carga. <strong>Las</strong> primeras pianolas, los primeros pianos llamados <strong>de</strong> cola,<br />

las mercancías, las sedas, los paños, que venían en carga <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Puerto Wilches, sobre el río<br />

Magdalena y sobre el Puerto Santo en el río Suárez, río que <strong>de</strong>sembocaba en el<br />

Magdalena”. En Bucaramanga, en ese tiempo, no había caminos ni industrias, era<br />

simplemente un pueblo campesino; el comercio <strong>de</strong>pendía <strong>de</strong>l transporte en mulas, gran<strong>de</strong>s<br />

arreos en recuas <strong>de</strong> mulas, que iban a recibir la carga a Puerto Wilches. “Mi tío Juan mi<br />

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