12.05.2014 Views

Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Corea. A pocos meses <strong>de</strong> posesionarse como Presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la república, Laureano Gómez<br />

para granjearse la simpatía y el apoyo económico y político <strong>de</strong> la potencia <strong>de</strong>l norte, había<br />

firmado el <strong>de</strong>creto y convertido a Colombia en el primero y único país <strong>de</strong> América Latina<br />

que enviaba a sus hombres a participar <strong>de</strong> una guerra que no era la suya. En el allanamiento<br />

<strong>de</strong>tuvieron al otro Manuel en compañía <strong>de</strong> una treintena <strong>de</strong> sus compañeros, esposado lo<br />

condujeron al tenebroso edificio <strong>de</strong> la calle doce con tercera, anteriormente un convento,<br />

ahora reorganizado como oficinas técnicas y calabozos <strong>de</strong>l Servicio <strong>de</strong> Inteligencia<br />

Colombiano. El otro Manuel no fue recibido con señales <strong>de</strong> inteligencia por los hombres<br />

que lo apresaron, el recibimiento fue salvaje. Esposado lo coloraron <strong>de</strong> espalda a una pared<br />

húmeda <strong>de</strong> color cenizo ya cuarteada. Cinco o seis hombres <strong>de</strong> músculos <strong>de</strong> piedra -<br />

<strong>de</strong>cididos hombres cuando están en pandilla, bien adiestrados por falangistas españoles- ,<br />

con cachiporras en las manos lo golpearon inmisericor<strong>de</strong>mente sobre el estómago como si<br />

le estuvieran dando a una pared o a un bulto <strong>de</strong> maíz; lo golpearon porque el otro Manuel<br />

les gritaba enar<strong>de</strong>cido que era injusto enviar jóvenes colombianos a Corea; lo golpeaban<br />

por turnos y con rabia en ascenso, porque querían escuchar la voz <strong>de</strong>l otro Manuel pidiendo<br />

clemencia por su vida; lo golpeaban -ellos se peleaban entre sí por hacerlo-, para que sus<br />

palabras fuera un <strong>de</strong>lirio <strong>de</strong> sangre brotando por su boca <strong>de</strong>s<strong>de</strong>ntada; lo golpeaban uno tras<br />

<strong>de</strong> otro en rigurosa fila para hacerle estallar sus costillas como astillas <strong>de</strong> un fuerte árbol<br />

<strong>de</strong>strozado por una tempestad <strong>de</strong> rayos; querían que suplicara <strong>de</strong> rodillas, querían <strong>de</strong>l otro<br />

Manuel una confesión que los condujera a otras capturas; y lo golpeaban tanto que el<br />

cuerpo <strong>de</strong>l otro Manuel se <strong>de</strong>slizaba por la humedad <strong>de</strong> la pared como una babosa<br />

agonizante <strong>de</strong> un metro ochenta <strong>de</strong> largo, <strong>de</strong>sgarrándose por los calambres y el intenso<br />

dolor que pue<strong>de</strong> llegar a pa<strong>de</strong>cer un hombre, hasta que se <strong>de</strong>splomó inerte y su cabeza<br />

quedó sumergida entre sus piernas y, para revivirlo le pusieron sobre la cabeza un fuerte<br />

chorro <strong>de</strong> agua fría que salía <strong>de</strong> la en<strong>de</strong>moniada manguera. Arrastraron el cuerpo <strong>de</strong>l otro<br />

Manuel y lo metieron al calabozo, un cuarto <strong>de</strong> tres metros cuadrados, el castillo <strong>de</strong> las<br />

tinieblas, don<strong>de</strong> nunca el sol había filtrado su luz. Lo mismo el día que la noche,<br />

simplemente el día amanecía anochecido y sólo entraba la luz presurosa, cuando se abría la<br />

puerta y se escuchaba el nombre completo <strong>de</strong>l otro Manuel o los nombres <strong>de</strong> sus otros<br />

veintisiete compañeros <strong>de</strong> hacinamiento. Luego, continuaban las sesiones, una o dos horas<br />

<strong>de</strong> frenéticas golpizas con una varilla, para quebrar los huesos <strong>de</strong> sus piernas largas; y <strong>de</strong><br />

regreso, volvía la oscuridad a ser atrapada en ese cuarto. La luz la veían en un viaje<br />

interminable <strong>de</strong> la imaginación; alguien hablaba, nadie i<strong>de</strong>ntificaba al dueño <strong>de</strong> la voz;<br />

nadie podía verse; la implacable oscuridad fue consumiendo <strong>de</strong> un solo bocado a esos<br />

veintiocho hombres. El otro Manuel <strong>de</strong> pronto sintió que por <strong>de</strong>ntro era un río seco, como<br />

si alguien por maldad le hubiera extraído el aire, <strong>de</strong>jándole su garganta como una piedra<br />

pómez, ardiéndole; las ventanas <strong>de</strong> su nariz y su boca una cueva sin fondo, sus pulmones<br />

fuelles cansados, pegados a las costillas; respiraba con una intermitencia angustiosa que<br />

comenzaba a ahogarlo. Sus compañeros estrecharon más sus cuerpos, hombro a hombro<br />

sentados en quietud abismal para permitirle un espacio mayor al otro Manuel y así él<br />

pudiera respirar un poco <strong>de</strong> aire, <strong>de</strong> ese aire fétido y oloroso a moho, a polvo húmedo y<br />

hacinamiento humano en ese mínimo espacio en que <strong>de</strong>fecaba y orinaban como si fueran<br />

niños sin control: hombres, humedad, mierda, orines y la telaraña que cubría ya sus cuerpos<br />

con el más fino <strong>de</strong> los tejidos. El otro Manuel intentaba atrapar el aire con sus manos; el<br />

aire <strong>de</strong>nso casi solidificado, quería cogerlo para llevarlo a su boca, venteándolo a<br />

manotazos, quería sentirlo por un instante en su garganta. El estaba sentado, en ángulo su<br />

cuerpo, la espalda contra la pared que <strong>de</strong>stilaba agua, erguido para soportar el ataque que se<br />

131

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!