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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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una a una la cantidad <strong>de</strong> muertos; sacándose el rencor <strong>de</strong>l cuerpo, <strong>de</strong> la cabeza, <strong>de</strong> los pies y<br />

escupiendo sin lástima, sus rostros...No era posible cambiar el rumbo <strong>de</strong>l entusiasmo…”.<br />

En uno <strong>de</strong> los recovecos que existen en el camino antes <strong>de</strong> llegar a Rioblanco, el teniente en<br />

función <strong>de</strong> comandante militar, <strong>de</strong>tuvo a la población civil y a los guerrilleros y les or<strong>de</strong>nó<br />

recoger las armas que portaban, para cargarlas en las mulas y taparlas a la vista <strong>de</strong> cualquier<br />

intruso. Les dijo que esas armas rudimentarias restarían autoridad a la presencia <strong>de</strong> la tropa<br />

en el pueblo; que con los uniformes <strong>de</strong>l ejército y su armamento bastaba, que obligaría a la<br />

policía acantonada en el pueblo a rendirse. Sumisos cargaron las armas en mulas y caballos,<br />

sumisos siguieron a pie, <strong>de</strong>jando que la tropa se a<strong>de</strong>lantara.<br />

Pueblo solitario, pueblo <strong>de</strong> vientos encontrados. La población y los guerrilleros afinaron<br />

sus pasos a la señal <strong>de</strong> entrada. <strong>Las</strong> casas apacibles. Redon<strong>de</strong>aron el recorrido. La soledad<br />

en la penumbra <strong>de</strong> la caída <strong>de</strong> la tar<strong>de</strong>. Nadie <strong>de</strong>ambulaba por las calles, no se escuchaba el<br />

giro <strong>de</strong> una voz. A cada paso crecía en la imaginación el éxito <strong>de</strong>l golpe, <strong>de</strong> la acción que<br />

estaba a punto <strong>de</strong> coronarse. Cuando se abrieron las puertas <strong>de</strong> la casas y por las puertas<br />

salieron las boquillas <strong>de</strong> los fusiles; cuando se abrieron las ventanas y por las ventanas<br />

aparecieron las boquillas <strong>de</strong> los fusiles. “¡Alto...!. <strong>Las</strong> voces eran las voces <strong>de</strong> los soldados,<br />

la voz fuerte <strong>de</strong>l joven y sonriente teniente. Detuvieron a más <strong>de</strong> doscientos hombres y el<br />

teniente, la ilusión personificada, se transfiguró y resultó para aquellos hombres<br />

sorprendidos en su ingenuidad, un absoluto <strong>de</strong>sconocido y con una voz <strong>de</strong> mando, áspera y<br />

brutal, fue señalando a <strong>de</strong>do, a los principales dirigentes <strong>de</strong> La Verbena y los fusilaron en<br />

un solo montón en el pueblo. Al resto los condujeron amarrados con lazos por los recodos<br />

<strong>de</strong>l viejo camino <strong>de</strong> herradura que <strong>de</strong> Rioblanco conduce a Chaparral, <strong>de</strong> camino los fueron<br />

matando, sus cuerpos quedaron enzarzados entre los peñones y las quebradas. Sólo<br />

vivieron, los que en Rioblanco al oler la situación escaparon <strong>de</strong> la encerrona, huyendo por<br />

los solares vecinos. Los Loayza y los García se salvaron porque habían <strong>de</strong>cidido ir a<br />

Rioblanco al día siguiente a tomar las riendas <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r en sus manos.<br />

“El ejército aprovecha el golpe <strong>de</strong> Rioblanco, la ilusión queda apaleada y lanza una gran<br />

ofensiva por Rioblanco para salir a La Herrera y encontrarse en el Saldaña...”. Violenta<br />

represión contra los que habían quedado vivos y, los grupos <strong>de</strong> los Loayza y <strong>de</strong> Pedro<br />

Antonio Marín vuelven a la escondida. Escarmiento en sangre, la ilusión <strong>de</strong>sollada en<br />

sangre. Ya nadie -momentáneamente- volvió a creer en que los tenientes y los capitanes <strong>de</strong>l<br />

ejército <strong>de</strong>sertarían un día para pasarse a las filas guerrilleras. Se generó una inmensa<br />

<strong>de</strong>sconfianza en un posible golpe militar. En la ofensiva caminaban cuatro o cinco horas<br />

por los caminos, parándose para luego rezagarse, instalando bases <strong>de</strong> apoyo y abriendo las<br />

tropas hacia otras veredas, <strong>de</strong>struyendo casas, fincas, matando vacas y caballos, todo lo<br />

arrasaban. “Realizaban cruces <strong>de</strong> caminos y sorpresivamente le caían a una vereda,<br />

capturaban al ser vivo y lo amarraban para <strong>de</strong>jarlo muerto más a<strong>de</strong>lante. No eran gran<strong>de</strong>s<br />

comisiones, unos ciento cincuenta hombres, pero sí <strong>de</strong>masiada gente para una guerrilla que<br />

había sido <strong>de</strong>sarmada en su inocencia. No fue mucha la gente <strong>de</strong> combate que cayó en la<br />

trampa <strong>de</strong> Rioblanco, pero en cambio sí mucha la población civil. Para que vaya sabiendo<br />

cómo era la cosa...”. Se perdieron cerca <strong>de</strong> doscientas armas: revólveres, pistolitas, grases,<br />

carabinas, carramplones, escopetas.<br />

“La Romana nos abrió las luces <strong>de</strong>l entendimiento...”<br />

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