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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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que el propietario <strong>de</strong> mulas, caballos, lo que guardara a mano como propiedad individual,<br />

<strong>de</strong>bía entregarlo al Estado Mayor para que dispusiera como conviniera en beneficio <strong>de</strong> la<br />

población civil y <strong>de</strong> la tropa guerrillera. “La confiscación, porque, hasta yo caí en la<br />

confiscación, al tener mis intereses. Pero bueno, eso a mi no me importaba, no estaba en el<br />

movimiento por mulas ni caballos. Cuando me pasaron la nota, les dije, pero no me jodan,<br />

déjenme siquiera un caballo para ven<strong>de</strong>rlo y comprar una pistola. Bueno, me dijeron, le<br />

vamos a <strong>de</strong>jar el caballo. Claro que pue<strong>de</strong>n ser errores y el enemigo como es natural, hace<br />

<strong>de</strong> ellos su aprovechamiento político…”. Fue grave la situación <strong>de</strong>l comercio. En el<br />

comando se vendía pero no se compraba, no había salida comercial para el café, para el<br />

ganado por el bloqueo impuesto en los retenes <strong>de</strong> las tropas <strong>de</strong>l ejército. La población al<br />

comienzo conservaba dinero y podía por lo tanto comprar cigarrillos, algo <strong>de</strong> ropa, las<br />

mercancías que quisiera. La confiscación <strong>de</strong> algunos bienes, la crisis interna <strong>de</strong>l comercio -<br />

se acaba el dinero y no se pue<strong>de</strong> producir en la agricultura para recuperar el dinero<br />

invertido-, el trabajo <strong>de</strong> las mujeres en las parcelas, vendría a explosionar la situación en<br />

condiciones preocupantes. “Entonces, fue la <strong>de</strong>bacle, comenzaron dos hombres, tres o<br />

cuatro llevando en sus voces el homo <strong>de</strong> la especie, anocheciendo aquí, amaneciendo en<br />

otro lugar, como mensajeros diciendo que el comunismo sometió a las mujeres a trabajos<br />

forzados, que les quitó los caballos y las mulas a sus dueños, que luego les quitara las<br />

fincas, los ahorros, que terminará por quitarles a los hijos y las mujeres y, bueno. Toda una<br />

especie anticomunista, pero no en una forma i<strong>de</strong>ológica, sino en la forma más sucia. Una<br />

campaña contra los dirigentes <strong>de</strong> El Davis, a echarles la culpa <strong>de</strong> las siete plagas que se<br />

habían aposentado en las tierras <strong>de</strong>l Sur <strong>de</strong>l Tolima. Una campaña pero en serio,<br />

verrionda…”.<br />

La población <strong>de</strong> El Davis en su <strong>de</strong>sesperación terminó comprando lo que necesitaba en los<br />

comandos liberales, un kilo <strong>de</strong> sal, una libra <strong>de</strong> espermas. “Allá se puso a valer un kilo <strong>de</strong><br />

sal $50.oo y valía solo 10 ó 20 centavos, pero se conseguía en los comandos <strong>de</strong> los limpios.<br />

Eso creó terribles dificulta<strong>de</strong>s. No es que estuviéramos comiendo sin sal, pero existían<br />

dificulta<strong>de</strong>s para conseguirla. La población rompe montañas para conseguir lo que necesita<br />

para vivir, especialmente un terrón <strong>de</strong> sal…”.<br />

“El otro Manuel…”<br />

“Al otro Manuel nunca lo conocí en sus rastros <strong>de</strong> hombre vivo, ni siquiera lo conocía con<br />

el nombre que i<strong>de</strong>ntificaba a su persona. Cuando se ha existenciado la respiración por tanto<br />

tiempo en la montaña, uno no alcanza a vislumbrar la intensidad <strong>de</strong> las luces <strong>de</strong>l pueblo y,<br />

menos ver a esa distancia a un hombre como el otro Manuel, a quien yo ese día en la<br />

escuela <strong>de</strong> cuadros en El Davis -no lo hice por voluntad propia porque ignoraba su<br />

presencia, sino por voluntad <strong>de</strong> otros-, reemplacé en este mundo <strong>de</strong> nombre. A él como a<br />

cualquier otro hombre hay que conocerlo en la profundidad <strong>de</strong> la historia que construyó al<br />

pisar y <strong>de</strong>jar sus pasos en la tierra…”. Cuando Pedro Antonio Marín en 1930 apenas tenía<br />

once meses <strong>de</strong> edad, el otro Manuel andaba en los treinta años y fundaba junto a María <strong>de</strong><br />

los Ángeles Cano, al partido comunista <strong>de</strong> Me<strong>de</strong>llín. Siempre puntual y asiduo, no perdía<br />

reunión que la dulce, tierna y exaltada María Cano -sufría una inquietante transfiguración<br />

ante el majestuoso espectáculo <strong>de</strong> la multitud reunida, psicología <strong>de</strong>l gran<strong>de</strong> orador-,<br />

organizaba por esa época en su casa todas las tar<strong>de</strong>s. Un receptáculo <strong>de</strong> i<strong>de</strong>as afines. El otro<br />

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