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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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contratista. “Con tal <strong>de</strong> que me ganara veinte o treinta centavos en cada pieza <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra, yo<br />

le soltaba el negocio a otro, le hacía firmar al hombre un documento, le exigía el<br />

compromiso <strong>de</strong> cumplimiento y yo mismo revisaba el proceso <strong>de</strong> trabajo...”.<br />

Contratista, comisionista, lo que saliera. Llegaba a una vereda o incluso en el mismo<br />

caserío <strong>de</strong> Betania y sabía por información que había cuatro o cinco personas <strong>de</strong>seosas <strong>de</strong><br />

construir una casa y enterado Pedro Antonio Marín o Manuel Marulanda Vélez, se les<br />

acercaba y con naturalidad les <strong>de</strong>cía, uste<strong>de</strong>s necesitan construir una casa, pero que sí, claro<br />

está, pero no tenemos maestro, yo puedo ofrecerles mis servicios, en fin, en “la conversa”<br />

<strong>de</strong>spuntaba la posibilidad <strong>de</strong>l negocio. Entonces, señores yo puedo hacerme cargo <strong>de</strong> ese<br />

trabajo. ¿Cómo quieren la casa? Le explicaban las i<strong>de</strong>as que tenían para el diseño <strong>de</strong> la casa<br />

y él conseguía al contratista, ¿qué cuánto vale ese contrato paisano? Y volvía a don<strong>de</strong> sus<br />

clientes a cuadrar el arreglo. Andariego, enamorado <strong>de</strong> la moneda, dispuesto a capturarla.<br />

Su anhelo realizado. Lo había visto en La Tulia y en Betania, al sentirse sorprendido por el<br />

montaje <strong>de</strong> los gran<strong>de</strong>s negocios. Deja un poco la i<strong>de</strong>a <strong>de</strong> seguir siendo un contratista y<br />

resuelve organizar con los riesgos necesarios, un almacén en La Primavera, con un gran<br />

sentido <strong>de</strong> mercancías, productos <strong>de</strong> mercado: maíz, fríjol, arveja, todo en granos, lo mismo<br />

que herramientas; un almacén al que no le faltara nada “como si el mundo abarrotado<br />

estuviera en sus alacenas, en los escaparates, en los mostradores, en sus locales”. Su firme<br />

<strong>de</strong>cisión, no volvería sus pasos. Y siguió sosteniendo sus negocios en el campo, los<br />

movimientos <strong>de</strong> ma<strong>de</strong>ra con la mulada; los contratos <strong>de</strong> aserrío, ya en menor escala. Un<br />

hombre dispuesto para los negocios, con olfato. Concentró sus esfuerzos en una sola<br />

dirección: su almacén. Alcanzó a tener un capital consi<strong>de</strong>rable <strong>de</strong> $40.000 pesos y movía<br />

otro tanto en créditos. “Era un almacén sumamente gran<strong>de</strong>, pues con $80.000 pesos uno<br />

tenía ya don<strong>de</strong> meterse y vivir como holgado en esos años <strong>de</strong> juventud”.<br />

Así como avanzaba Pedro Antonio Marín en los negocios, había continuado las enseñanzas<br />

<strong>de</strong> su tío José <strong>de</strong> Jesús en el arte <strong>de</strong> la esgrima, asistiendo con puntualidad a la escuela<br />

fundada con el más rotundo éxito, por el Tuerto Felipe en Ceilán, que a propósito hacía<br />

flamantes <strong>de</strong>mostraciones cada seis meses con sus alumnos, en el parque o en el teatro <strong>de</strong>l<br />

pueblo. Se había <strong>de</strong>spertado una fiebre infinita entre los muchachos por el manejo <strong>de</strong> la<br />

peinilla y El Tuerto Felipe al presentar en el tablado a sus mejores alumnos y enfrentarlos a<br />

cinco contrincantes, pues no sólo ganaba más a<strong>de</strong>ptos, sino también prolongados aplausos.<br />

Para Pedro Antonio Marín fueron largas horas <strong>de</strong> disciplina en el proceso <strong>de</strong> aprendizaje,<br />

en el dominio <strong>de</strong> las paradas. “Un juego. Realmente un juego y con algo que <strong>de</strong> pronto<br />

ocasione una equivocación -aunque el machete no tuviera filo- , uno resultaba como la<br />

víctima. Es la relación <strong>de</strong> brazos, cuerpo y ojos en una acción <strong>de</strong> rapi<strong>de</strong>z y la voz <strong>de</strong> mando<br />

que va saliendo <strong>de</strong>l cerebro como enflechada. Se <strong>de</strong>be actuar con los ojos, porque en<br />

esgrima se ve que la otra persona movió un ojo y a conciencia uno pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir: para ese<br />

lado va el machete, y pues a cortarle las intenciones a ese prójimo. Y todo para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la<br />

vida en un lance, en esas épocas <strong>de</strong> la vida civil. Por eso, uno mantiene en reserva sus dotes<br />

y conocimientos <strong>de</strong> la esgrima. No para andar faroleando...y atacar por impulso <strong>de</strong> la sangre<br />

a cualquier hombre por unas palabras mal trazadas por su lengua...”<br />

Pedro Antonio Marín en los fines <strong>de</strong> semana, al cerrar con candado su negocio en La<br />

Primavera en las noches tocaba con virtuosismo el violín, “mi pasión <strong>de</strong> años que me hacía<br />

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