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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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comunes para repartir comida a los sudorosos alzados abrileños. Llegó más gente <strong>de</strong> las<br />

veredas, se juntaron dos mil personas, aglomeración nunca vista. El pueblo alerta, se<br />

dispuso a la espera <strong>de</strong> la orientación que <strong>de</strong> un momento a otro, daría la dirección nacional<br />

liberal. Decidir qué se haría con los conservadores, lo más apremiante. Eran <strong>de</strong> por sí, la<br />

autoridad suprema y no sabían como utilizar su autoridad, como ejecutarla en acuerdos.<br />

Algo se palpaba, era lo evi<strong>de</strong>nte, no existía razón para dudar: los culpables <strong>de</strong>l asesinato <strong>de</strong><br />

Gaitán habían sido los conservadores. Debía castigarse a sus hombres en el pueblo, hacerse<br />

justicia. Un consenso histórico, por tradición, influía en esos instantes. “En esos tiempos,<br />

uno tenía pocos conocimientos, pero sí presencié el caso <strong>de</strong> cómo cogieron a los<br />

conservadores; no vi que hubieran matado a ninguno. Los vi temblorosos <strong>de</strong>tenidos en los<br />

locales <strong>de</strong> sus almacenes que se convirtieron en cárceles personales”. La furia langui<strong>de</strong>ció<br />

en los ojos, esa tar<strong>de</strong> ya cubierta <strong>de</strong> nocturnidad.<br />

En las calles, grupos <strong>de</strong> hombres armados <strong>de</strong> machetes, palos y escopetas <strong>de</strong> fisto y <strong>de</strong><br />

cápsulas, revólveres <strong>de</strong>comisados a los ricos <strong>de</strong>l pueblo, que vociferaban una victoria<br />

enrumbada por la venganza. “No era un pueblo armado, nadie tenía interés en las armas,<br />

¿para qué...? Pero si alguien olía a conservador, fuera conocido o <strong>de</strong>sconocido, venga para<br />

acá señor, <strong>de</strong>tenido, requisado, sus huesos a la cárcel, señor. En esas condiciones presencié<br />

yo lo <strong>de</strong> Ceilán; fue un espectáculo muy especial. Yo solo miraba, porque no entendía muy<br />

bien <strong>de</strong> qué se trataba, pues era muy joven y todavía no pensaba en cuestiones políticas, no<br />

había surgido en mí, el impulso <strong>de</strong> la carrera política. Yo quería únicamente, resolver los<br />

problemas <strong>de</strong>l negocio para hacer la vida. Eso pensaba”.<br />

Ocho días <strong>de</strong> espera y la duda quedó sembrada en el asombro y en el abandono, por<br />

<strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r unos i<strong>de</strong>ales quizá confusos, pero cimentados en la tradición. Y más cuando se<br />

necesita la voz <strong>de</strong> aliento <strong>de</strong>l dirigente -lejana en estas circunstancias-, y esa voz se pier<strong>de</strong><br />

en la bruma <strong>de</strong> la legalidad existente.<br />

La tropa encontró soledad en las calles <strong>de</strong> Ceilán, el eco <strong>de</strong>l bullicio <strong>de</strong>l levantamiento se<br />

había escapado. Por los hilos <strong>de</strong> la telegrafía, se conoció la llegada <strong>de</strong> la tropa. Los<br />

pobladores se <strong>de</strong>splazaron con sus temores y un <strong>de</strong>jo <strong>de</strong> <strong>de</strong>saliento y en sus veredas se<br />

mimetizaron creyendo encontrar disfraces a<strong>de</strong>cuados para aparentar otras personalida<strong>de</strong>s;<br />

antes dieron libertad a los conservadores, ilesos, simplemente asustados, sin rasguños en su<br />

piel; <strong>de</strong>jaron las armas en estricto or<strong>de</strong>n en la inspección <strong>de</strong> la policía, los agentes por<br />

instinto habían sobrevivido escondidos en los cafetales, viendo lo que sucedía pero sin<br />

actuar. No eran muchos los soldados que llegaron. “Veinte soldados, pues imagínese una<br />

cantidad <strong>de</strong> tropa, cosa fantástica en comparación con la policía que vivía en el pueblo, que<br />

no pasaba <strong>de</strong> cinco agentes...”.<br />

Indagaron, querían ubicar a los instigadores <strong>de</strong>l levantamiento. Traían anotados en una<br />

libreta los nombres <strong>de</strong> muchas personas y las <strong>de</strong>tuvieron. El tío Ángel Marín señalado<br />

como el organizador principal no se <strong>de</strong>jó agarrar. Fue una larga investigación la que siguió.<br />

Doscientos <strong>de</strong>tenidos fueron a parar a la cárcel <strong>de</strong> Tulúa. Año y medio <strong>de</strong>spués al pisar <strong>de</strong><br />

nuevo las calles <strong>de</strong>l pueblo, libres con el recuerdo funesto <strong>de</strong> aquella tar<strong>de</strong>, sintieron que<br />

algo <strong>de</strong>finitivo en sus vidas los había abandonado. “El tío siguió trabajando muy tranquilo,<br />

a él no lo llevaron <strong>de</strong> cuerpo a la cárcel. El dio las ór<strong>de</strong>nes, pero en persona no fue a<br />

<strong>de</strong>sarmar a la policía. Esa masa, se lo digo como espina atragantada en la garganta, duró ese<br />

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