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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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Georgina Ortiz, una mujer joven y hermosa, <strong>de</strong> tierna mirada, dulce <strong>de</strong> palabra, la llamaban<br />

la “reina”. Ella no alcanzó a cubrirse en la carrera, guarecerse tras los árboles gruesos, tras<br />

los árboles más corpulentos. No logró salvar su vida, una bala punto 50 le entró un poco<br />

más abajo <strong>de</strong> la nuca, y como estaba agachada, la bala le salió por el estómago y le atravesó<br />

el muslo <strong>de</strong> la pierna izquierda y le partió el hueso <strong>de</strong> la otra pierna y le quitó finalmente <strong>de</strong><br />

un tajo, el <strong>de</strong>do gordo <strong>de</strong>l pie <strong>de</strong>recho.<br />

Manuel dijo: “van a tomarse los caleteríos, hay que mandar un grupo <strong>de</strong> hombres para su<br />

<strong>de</strong>fensa”. Afortunadamente, el ejército no había <strong>de</strong>tectado el grupo <strong>de</strong> familias. Se le<br />

comunicó a Isaías que levantara las emboscadas, que no era necesario pensar en las<br />

emboscadas ya en los sitios <strong>de</strong> los comi<strong>de</strong>a<strong>de</strong>ros. Se habían convertido en amplios y<br />

verda<strong>de</strong>ros caminos por el tránsito <strong>de</strong> la gente cargando las provisiones. Ahora las<br />

emboscadas <strong>de</strong>bían colocarse más arriba <strong>de</strong> La Hacienda.<br />

De camino, haciendo un paso por el mismo río San Miguel, salieron cuatro guerrilleros que<br />

llevaban cargada a Georgina Ortiz, herida <strong>de</strong> muerte, la llevaban colgada <strong>de</strong> una vara como<br />

transportando un animal, amarrada <strong>de</strong> pies y <strong>de</strong> manos, y como no había médicos, ni<br />

enfermeras, al ver a Jacobo le dijeron: “Mire camarada, qué hace con la compañera, si la<br />

pue<strong>de</strong> salvar...”. La <strong>de</strong>jaron en el suelo. Ella intentó hablar con Jacobo: “Compañero<br />

Jacobo, no me <strong>de</strong>je morir, yo quiero vivir...”. En su agonía, acezando esperaba la respuesta<br />

<strong>de</strong> Jacobo. El la vio, le dijo a los compañeros: “No hay nada que hacer, no hay nada que<br />

hacer”. Ella había intentado salvarse <strong>de</strong> los ametrallamientos, pero no encontró un refugio<br />

a<strong>de</strong>cuado; junto a su marido Luis trató <strong>de</strong> ocultarse <strong>de</strong>trás <strong>de</strong> un tronco, pero el tronco<br />

estaba podrido, y la bala lo atravesó. En tres minutos murió la “reina”, Georgina.<br />

La tropa avanzó con rapi<strong>de</strong>z creyendo que los guerrilleros se habían atemorizado por la<br />

<strong>de</strong>strucción causada en los bombar<strong>de</strong>os y los ametrallamientos y avanzó, cuando Isaías<br />

Pardo subía por uno <strong>de</strong> los caminos a tomar la posición or<strong>de</strong>nada por Marulanda, se<br />

produjo un combate, la tropa dio un paso atrás y la guerrilla volvió a insistir en tomar la<br />

posición, un poco más <strong>de</strong>bajo <strong>de</strong> La Hacienda y durante 10 días se combatió <strong>de</strong> seguido en<br />

ese tramo <strong>de</strong>l cañón <strong>de</strong> San Miguel. “Nosotros nos fuimos trasladando y quedamos<br />

ubicados entre la población civil, levantamos un campamento en la selva bien a<strong>de</strong>ntro y<br />

dividimos la tropa en cuatro grupos, ya la tropa guerrillera bien armada, ya sobraban las<br />

armas. Se seleccionó entre la población civil a los muchachos y a los adultos para que se<br />

integraran en la guerrilla. Creció el grupo, hubo ese día por lo menos unas veinte nuevas<br />

incorporaciones...”, recordaba Jacobo.<br />

“Nosotros no nos volvimos a ver nunca más con Isaías Pardo, nos <strong>de</strong>spedimos <strong>de</strong> él, entre<br />

otras cosas para siempre...”, recordaba Jacobo Arenas. La tristeza comenzaba a sembrarlo<br />

en la tierra, al conocer la terrible noticia. Manuel estaba junto a Jacobo y no sabía qué hacer<br />

con las manos, apretaba con fuerza la boquilla <strong>de</strong> su carabina M-1, la soltaba con docilidad,<br />

se cruzaba <strong>de</strong> manos, metía las manos en los bolsillos <strong>de</strong> los pantalones como buscando<br />

cualquier cosa y finalmente, se quitó el chacó <strong>de</strong> la cabeza, lo estrujó fuertemente entre sus<br />

manos y se quedó mirando con su mirada fija y penetrante a la montaña que tenía al frente,<br />

como queriendo encontrar en su frondosidad <strong>de</strong> árboles pequeños y gran<strong>de</strong>s, en sus copos<br />

<strong>de</strong> hojarasca y sus endiabladas re<strong>de</strong>s <strong>de</strong> enreda<strong>de</strong>ras, en sus profundas raíces y en sus<br />

diversos caminos que son como cicatrices en sus lomos, en sus musgos y en los tantos<br />

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