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Las Vidas de Tirofijo

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

Manuel Marulanda Velez, o Pedro Antonio Marin, de su nombre de Bautizo, fue uno de los Hombre perseguido de la historia moderna de Colombia, innumerables veces hemos escuchado la noticia de su muerte, mientras tomábamos juntos a él el primer café de la mañana....

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“Génova, parecía la cola larga <strong>de</strong> un gurre...”<br />

Una inmensa duda vive Pedro Antonio Marín, duda que en los años <strong>de</strong> trajinador<br />

incansable <strong>de</strong> terrenos abruptos, aún no ha resuelto. Se necesita la constancia <strong>de</strong> la iglesia<br />

<strong>de</strong> su pueblo, es <strong>de</strong>cir, los datos en letra menuda <strong>de</strong> un apacible y adiposo sacerdote <strong>de</strong><br />

sotana raída, escrita con tinta negra en la partida <strong>de</strong> bautismo. Así se <strong>de</strong>sentrañaría la<br />

cuestión: “Mire, yo nací no sé propiamente la fecha, el mes si lo se, mayo <strong>de</strong> 1930, en ese<br />

mes yo nací”. Su padre, Pedro Pablo Marín Quiceno, por razón <strong>de</strong> sangre, dice que su hijo<br />

Pedro Antonio Marín, nació el 12 <strong>de</strong> mayo <strong>de</strong> 1928 en Génova, Quindío. Pedro Antonio<br />

Marín a pesar <strong>de</strong> la constancia paterna sigue incrédulo, porque “yo soy <strong>de</strong>l año 30, o sea<br />

cuando el mandato <strong>de</strong> Olaya Herrera, en esa fecha nací, y por eso entonces digo yo que<br />

existe confusión <strong>de</strong> dos años, entre 1928 y 1930”. Navegando en la incertidumbre sobre el<br />

día originario, el Pedro Antonio Marín <strong>de</strong> hoy, que por cierto lleva otro nombre como piel<br />

antigua sobre su cuerpo -conocido por Manuel Marulanda Vélez, circunstancias <strong>de</strong> guerra y<br />

<strong>de</strong> historia-, tendría hoy 56 años si nos atenemos a sus indicios y si rastreamos la seguridad<br />

paterna, andaría por los 58. Setecientos y más días <strong>de</strong> diferencia en la fecha <strong>de</strong> un<br />

nacimiento, olvido o confusión con olor a incienso.<br />

“Dentro <strong>de</strong> esa oída <strong>de</strong> niño, escuchador que era uno” -entrañables recuerdos guardados con<br />

celo profundo en la memoria como huellas-, le impresionaban a él y a sus hermanos, las<br />

historias contadas por sus padres y sus tíos sobre brujas y espantos, <strong>de</strong> patasolas, candilejas<br />

y duen<strong>de</strong>s, que los mantenían pendientes al hilo <strong>de</strong> la noche; una historia enlazaba al sueño,<br />

la noche se hacía más larga con las palabras <strong>de</strong> suspenso, creadoras <strong>de</strong>l miedo a la<br />

oscuridad en una habitación <strong>de</strong> pare<strong>de</strong>s <strong>de</strong> barro embutido en guaduas y techo <strong>de</strong> zinc. Ellos<br />

acostados en la cama sin dormir, imaginando. Era la ensoñación infantil, la proximidad <strong>de</strong><br />

una realidad fantasmal, inexistente.<br />

De niño fue un experto, lo confiesa con rubor -aunque no le <strong>de</strong>dicara mucho tiempo en los<br />

meses <strong>de</strong>l viento, julio y agosto-, en manejar la piola <strong>de</strong> su cometa para que en diestras<br />

maniobras se elevara a mayores alturas y en la quietud <strong>de</strong> un cielo azul dominado, ante sus<br />

ojos y la fuerza <strong>de</strong> sus manos <strong>de</strong>jara <strong>de</strong> cabecear y <strong>de</strong> colear. El vuelo <strong>de</strong> la cometa le<br />

permitía equilibrar sus emociones <strong>de</strong> niñez en la tierra.<br />

Le gustaba dormir su trompo sedita en las manos, contemplarlo en su ronroneo, sentir su<br />

cosquilleo siguiendo los rastros <strong>de</strong> las líneas <strong>de</strong> la vida. Con precisión lanzaba las bolas <strong>de</strong><br />

cristal hasta meterlas a un hoyito que contenía un número <strong>de</strong>terminado. Buena la puntería<br />

con sus <strong>de</strong>dos. Jugaba con los muchachos a los toros y a los encostalados corriendo sin<br />

tropezarse, a quien llegara primero a la meta: juegos “muy visibles en la época”. Y como<br />

siempre acontece, se reunía con los Reyna -Evelio Reyna, su más amigo-, y vecinos <strong>de</strong> dos<br />

o tres casas. “tres familias <strong>de</strong> muchachos y nos encontrábamos en la plaza <strong>de</strong> Ceilán y nos<br />

poníamos a jugar en el parque o nos íbamos <strong>de</strong> paseo para el río...”. Así entretejían sus<br />

voces y la pasaban sufriendo o gozando los percances naturales <strong>de</strong> la edad.<br />

La nostalgia cumple su <strong>de</strong>stino en Pedro Antonio Marín o Manuel Marulanda Vélez, al<br />

evocar los finales <strong>de</strong> año, cuando sus familiares se reunían, a pesar <strong>de</strong> las distancias en que<br />

vivieran -costumbre casi religiosa- , a compartir juntos las fiestas, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> el 24 <strong>de</strong> diciembre<br />

hasta el 6 <strong>de</strong> enero. Embelesado, instinto <strong>de</strong> su carácter <strong>de</strong> observación, escuchaba a sus<br />

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