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del Gobierno de Buenos Aires, con protesta de separarse del sistema, si,lo que no es de esperarse, llegase a entender otras miras contraídas alos fines que sancionó en su instalación”.Luego cautelosamente expresaba al concluir: “que si agraviando losfueros municipales de la ciudad, persistiese el Gobierno de Montevideo acompelerla a sujetarse a sus deliberaciones, contra la manifiestavoluntad del pueblo, se sometía, bajo la protesta también del uso de lafuerza”.Como muy bien lo señala Francisco Bauzá: “semejante actitudexcepcional de Maldonado, contribuyó a definir la situación de criollos ypeninsulares en el país.Ahora que la realidad tangible señalaba posiciones a cada uno, losespañoles tomaban las suyas en defensa de la Metrópoli, quedando loscriollos sin otra base de resistencia que la protesta, manifestada porboca del Cabildo Abierto de Maldonado, única autoridad destinada aformularla en nombre de todos”.A esta altura y sospechando alguna interrupción de mis nietos respecto de losacertados dichos de Bauzá, pienso que yo debería hacerles la aclaración deque no todos los que estaban del lado del mayo bonaerense eran criollos, osea hijos de españoles nacidos en el Río de la Plata. Como Antonio y otrosregidores fernandinos de 1810, había también en la Primera Junta bonaerenseespañoles americanistas que estaban jugados a dejar su sangre en laconstrucción de una patria distinta que tomaba mucho de lo bueno de España,pero que se sentían con derecho de innovar ante la incapacidad peninsularpara percibir en aquel momento histórico, la sensibilidad y peculiaridad quedistinguía a la búsqueda genuina de nuestros sureños destinos.Ya hemos mencionado a uno de ellos, el catalán Domingo Matheu, que fuemiembro de la Primera Junta y luego Presidente de la Junta Grande, cuandoCornelio Saavedra debió ir al Alto Perú de donde era oriundo, a recomponer elejército del norte que había sido derrotado en la batalla de Huaqui.Fue ante esta Junta Grande, que José Artigas ofreció sus servicios en febrerode 1811.131

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