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conciencia de las dificultades que muchas veces se presentaban para lapaga de las milicias. Cuando eran citadas para determinada campaña, seles debía pagar el mismo sueldo que cobrabanlos soldados regulares, más los alimentos y equipos que correspondiesen.Era evidente que España no tenía dinero ni hombres para mantenergrandes guarniciones de tropas regulares en el Río de la Plata y pasaba adepender principalmente de las milicias coloniales, estimulando elalistamiento de reclutas con la concesión a criollos y mestizos de losmismos fueros militares que los españoles. Al pasar la defensa imperial adepender más de las milicias locales, y al aumentar la americanización delejército regular, España estaba creando un arma que podía volverse contraella.Esto se verificaría más tarde en la capital del virreinato, en la Revolución deMayo de 1810, donde el hombre fuerte resultó ser sin duda el TenienteCoronel Don CornelioSaavedra al frente del poderoso Regimiento de Patricios.1802 y 1803 trajeron a la vida de Antonio las inevitables alternancias quenos depara la vida: lo adverso y lo propicio.1802 le trajo la mala noticia del fallecimiento de tío Alberto con quiensiempre mantuvo comunicación epistolar y que un año antes con motivo desu boda con Marijó, había mandado a los recién casados desde la lejanaEspaña un muy completo conjunto de mantelería coruñesa que Marijósiempre apreció y guardó con especial celo.Aquello impactó mucho a Antonio que sufrió por la impotencia de no cumplirningún papel activo ante la partida de aquel hombre que tanto había hechopor él.Sintió también una extraña sensación de desprendimiento con España, consu patria, pues ya no vería más a la única persona residente en la penínsulaque realmente le importaba.Sin embargo, aquel año no se iría sin que en tierras americanas, el feliznacimiento de su hijo primogénito, trajese mucha dicha a su familia.99