Untitled - Datasec

le había ayudado a dejar atrás su largo duelo. Sin embargo, su relación,más allá de una buena amistad que podían continuar epistolarmente, notenía futuro, sus destinos eran distintos.Luego de varios días de marcha desandando el camino pudieronapreciar al llegar al final de una cuesta, que ya estaban próximos aMondoñedo.La pena marcada en el rostro de Antonio ante la inminente despedidaera imposible de disimular. De pronto ella se detuvo y le dijo: “no teapresures en despedirme, quisiera que me acompañases hasta Burelapues tengo algo para ti”.Aquella noche, acampados en algún lugar abrigado a la vera del camino,Antonio tuvo conciencia de que sería la última vez que compartiríamomentos de intimidad junto a Isabel. Si bien el día había sido caluroso,la noche se hacía agradable por el característico aire fresco quedenunciaba la cercanía del mar Cantábrico.Luego de comer y beber frugalmente Isabel apoyó su cabeza sobre unhombro de Antonio y entre sollozos le confesó que a ella también lecostaba mucho asumir lo inminente de la separación luego de losmomentos inolvidables que habían compartido. – A pesar del dolorpronto comprenderás de que esto es lo mejor para ambos– le dijo.La tempranera luz de la mañana los despertó y luego de un últimoabrazo recogieron sus cosas para retomar el camino de Burela.Pocas horas después Isabel condujo a Antonio al Monte Castelo desdedonde se podía contemplar desde la altura la villa de Burela y la radiantecosta cantábrica.Le pidió que fuera paciente para esperarla allí mientras iba a su casa enbusca de algo para él. Antonio se quedó quieto, mirando su silueta,hasta que se perdió de vista.Abrumado por la situación miró a su alrededor sin saber qué hacer,hasta que vio la ermita.49