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actuaron con valentía, nada pudieron hacer finalmente para detener lainvasión inglesa a Maldonado en 1806.En este punto terminaría mi relato y los invitaría a caminar hacia el surbordeando la isla en dirección al puertito Cañón donde en no mucho tiempo lalancha nos recogería para llevarnos de nuevo a Punta del Este.Sin embargo, en el camino recordé la primera vez que vi con extrañeza elescudo de Maldonado cuando era muy joven e ignoraba la importancia de lasballenas en los tiempos de Antonio. Fue allí que me prometí recordar que esedebería ser el momento oportuno para mostrarles nuevamente ese escudo yhacerles saber que el propio rey Carlos IV por una Real cédula de 29 de agostode 1803 lo había otorgado, y que luego, según lo consigna María Díaz deGuerra en una pormenorizada investigación, el documento se había extraviadoy no se hubiese recuperado de no mediar el celo y cariño por la preservacióndel patrimonio de Don Elías Devicenzi, promotor de la primera bibliotecapública de Maldonado, que en 1877 logró accidentalmente recuperarlo. Elescudo es realmente hermoso con su ballena, el ancla de un buque asociada aun mar encrespado que resalta la importancia histórica de la bahía, sobre todocomo refugio de embarcaciones azotadas por temporales, y se completa elcoronado de la escena, con un almenado que representa las murallas militaresque dieron vida al nacimiento de la ciudad.Finalmente pensé que el aspecto rozagante de la ballena del escudo estabamuy a tono con la actualidad en que el avistamiento de estos hermososanimales se incrementa año a año gracias a los esfuerzos de la ComisiónBallenera Internacional que desde 1935 ha logrado poner en práctica medidaspara preservar la vida de estos cetáceos, a pesar de los intereses deimportantes naciones que bregan aún por incrementar su caza.167