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introduce a Europa a través de los sembradíos que esta rica familia teníaen Galicia y Asturias.Aquella situación y aquella historia impactaron mucho en la sensibilidadde Antonio, y mientras se despedía del anciano con especiales palabrasde agradecimiento, su corazón palpitaba y su cabeza se llenaba deincontables pensamientos.Una vez entregada la carta y antes de volver a la disciplina delSeminario, se tomó su tiempo para pensar mientras caminaba una vezmás por la Alameda.Pensaba cuánto estaba aprendiendo en los libros de la biblioteca delSeminario y en las clases formales a las que asistía, pero que tambiénacababa de aprender providencialmente por boca de un generosoanciano, algo clave para emprender el camino interior de conocerse auno mismo que tanto repetían sus lecturas.Él quería y admiraba a su tío Alberto, y ya conocía a la benefactora quele había dado las armas a su tío y padrino, para salir adelanteeconómicamente en la vida cultivando maíz: Doña Magdalena, la hija delRegidor Luaces de Mondoñedo.Estaba a cien metros de la puerta del Seminario cuando suspensamientos arrojaron una reflexión final: “No sabía si sería en el futuroun pescador de almas como lo alentaban a ser los buenos sacerdotes yformadores del Seminario, pero sí estaba seguro que quería ser unpescador de conocimientos y experiencias. En lo sucesivo, el apuro y ladiligencia en el cumplimiento de las tareas asignadas, no le impediríanen lo posible estar siempre atento a atrapar momentos tan ricos einolvidables como aquel que el anciano desconocido le había regalado”.Días después, en oportunidad de su encuentro periódico con el PadrePablo, su director espiritual, Antonio le relató su encuentro con elanciano y las cosas importantes que le había dicho.Pablo le respondió con cuatro conceptos:29