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El saber que Antonio venía del Seminario de Santa Catalina le diotranquilidad a Manuel, pues en aquellos tiempos Galicia estaba siendoazotada por bandoleros. Acto seguido lo invitó a sumarse a ellos, yaprovechó su presencia, visiblemente cansado, para sugerir un alto paradescansar bajo una cercana arboleda.Mientras se preparaba para sentarse debajo de un gran pino, Manuelacomodó al pie del árbol su calabaza de vino, su bastón y su zurrón, altiempo que se sacaba con cuidado un sombrero de ala ancha.Las dos mujeres se ubicaron bajo un eucaliptus que estaba más retirado.Sofía usaba el típico manto y saya de la época en tanto que Isabel teníauna falda negra, una blusa también negra cubierta por una mantilla blanca yun pañuelo en la cabeza que disimulaba una cabellera larga que había sidocuidadosamente recogida.Una vez sentado, Manuel invitó a Antonio a aproximarse mientras lecomentaba que debían estar a cinco leguas de Villalba.Ponte cómodo, le dijo, descansaremos sólo quince minutos mientrascomemos algo liviano.Luego de un breve interrogatorio sobre las actividades de Antonio en elSeminario, Manuel le contó que era pescador y vivían en Burela.Luego le dijo que Isabel era una vecina que había perdido a su esposohacía siete meses.Le dijo que el esposo de Isabel era hijo de un arponero, que si biennormalmente se avenía a trabajar en las actividades de pesca disponibles,siempre soñaba con la pesca de la ballena, tratando de seguir una tradiciónque su padre le había inculcado desde pequeño. Pero lamentablemente yano se cazaban ballenas en las cercanías de Burela como antes, y las pocasque quedaban había que ir a buscarlas lejos de la costa.Hacía once meses le había surgido una oportunidad en un buque quecazaba ballenas en alta mar y se había ido a vivir esa osada experienciadonde tristemente encontró la muerte al sumergirse la ballena herida por el38