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Yo sigo queriendo mucho a España más allá del encono que siento porFernando VII, y no quiero que el sacrificio de las misiones jesuíticasorientales haya sido en vano, y que los portugueses terminenquedándose también con la Banda Oriental. No olvides de recordarlessiempre a nuestros hijos, para que no haya confusiones, que nosllamamos fernandinos en honor de Fernando VI.Ahora el que invita a cambiar de tema soy yo Marijó, pues tengo muyfresca la herida del reciente desenlace de la era artiguista, ojalá DonJosé encuentre paz en tierras paraguayas –dijo Antonio al tiempo quedesandaba el camino hacia Maldonado.No habían caminado 100 metros cuando Marijó lo detuvo y mirándolo alos ojos le pidió con firmeza que la escuchara. No voy a cambiar de temaAntonio, sin antes decirte que durante tu actuación como Regidor, yespecialmente como Alcalde de Maldonado, donde lideraste en unterritorio aún poco propicio para la revolución, la osada propuesta delmayo bonaerense, tomaste muchos riesgos.Sin embargo, tu habitual serenidad y sobriedad nunca alentó a losamigos que quisieron exaltar tus históricas decisiones que fueronrespaldadas por todo un pueblo.Yo respeté pero no compartí esa actitud tan humilde. Por eso quiero quesepas que cuando te oigo hablar de Artigas pienso en las coincidenciasque has tenido, y no te permites reconocer, con ese gran caudillo.Ambos tuvieron en Maldonado, sirviendo a las armas españolas, unmismo punto de origen para abrazar, cada cual a su tiempo y estilo, lamisma causa.Hay entre ustedes una natural confluencia ideológica, y la precocidad detu siembra fue bien reconocida cuando en 1811 las tropas artiguistasrecogen el dulce fruto correligionario de un territorio predispuesto aintegrarse a la revolución.A continuación Marijó calló, se hizo un silencio y ambos continuaron elcamino sumidos en sus propios pensamientos.174