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La noche de aquel día tan promisorio, Antonio cenó solo y si bien podríahaber buscado amigos del barrio para compartir la noticia del ingreso ala compañía, prefirió retirarse a descansar.Una vez en la intimidad de su cuarto, pensó mucho en su experienciasobre la fragilidad de la vida, y no pudo evitar revivir una sensación desoledad que no le era desconocida desde la pérdida de su madre.Antes de dormirse y un poco más repuesto, pensó en las dos cartas queescribiría al otro día, una a Don Lorenzo, y la otra a tío Alberto.Poco después se despediría del armador y sus compañeros de oficinapara comenzar a trabajar en la Real Compañía Marítima. Estaban casien Navidad del año 1789 y La Coruña, era una ciudad abierta al mar y alprogreso.A partir de allí nuestro hombre va a vivir cinco años de mucho trabajo enla compañía, donde progresa y con carácter encara las muchasresponsabilidades que se le asignan.También avanza en sus estudios contables gracias a un pequeñoinstituto de enseñanza regenteado por dos contadores catalanes, quetenían el mérito de replicar en La Coruña, los avances que en laeducación comercial se estaban registrando en Barcelona luego de lafundación en 1758 de la Real Junta Particular de Comercio de Barcelonay posteriormente en 1787 con la creación de la Academia de Comercioque impartía conocimientos fundamentales para la práctica comercial.Ellos eran: Cálculo y Contabilidad, Geografía Mercantil, Pesas y Medidasde los distintos países y algunas nociones de Gramática Castellana.En el plano personal, su vida tenía la impronta típica del orden y la autoexigenciacaracterística de todo gallego emprendedor; las limitadasrelaciones de amistad y camaradería en los pocos ámbitos quefrecuentaba, alguna fugaz experiencia sentimental, y una periódicacomunicación epistolar con personas importantes en su vida como Isabely tío Alberto. Este último incluso, lo visitaba una vez al año para disfrutarde su compañía y contemplar el avance y la pujanza del progresocoruñés.60